Qumran – "Los Rollos del Mar Muerto"

Con respecto a los libros apocrifos encontre entre mis notas este articulo de Carlos Cortelezzi, el cual publico a continuación.

«Los Rollos del Mar Muerto»: En 1947 en la zona de Qumran, cerca del Mar Muerto (Palestina), por accidente y merced a la intervención casual de unos pastores, se llevó a cabo uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de nuestro siglo.

En varias cuevas de la región, se encontraron numerosas vasijas de arcilla, que resultaron contener una colección de más de 800 pergaminos y papiros que hoy se conocen como los «Rollos del Mar Muerto» (o de Qumran) y que han llegado a tener una trascendencia enorme en la validación y revisión de los textos bíblicos del Antiguo Testamento, además de ser uno de los descubrimientos papirológicos más importantes de la historia: La colección de textos hebreos más antigua y completa que se ha encontrado.

Las investigaciones demostraron que estos rollos, en gran parte copias de los libros canónicos del A.T. de la Biblia, fueron recopilados por la secta de los Esenios, contemporánea a Cristo.

Los Esenios eran una secta mística y monástica del judaísmo primitivo, llevaba una vida dedicada al trabajo y la oración, apegada al estricto cumplimiento de la Ley de Moisés. En el año 152 a.C., descontentos con la frivolidad y decadencia del sacerdocio hebreo, dominado por los fariseos y saduceos, se retiraron de la ciudad de Jerusalén hacia el desierto, donde permanecieron en relativo aislamiento hasta el año 68 d.C., cuando los romanos destruyeron la comunidad (posiblemente como parte de las guerra contra los judíos).

Es probable que la gran mayoría de los textos de las cuevas de Qumran se hayan escrito y depositado allí en los últimos años, en tiempos de la guerra entre los judíos rebeldes y los romanos, cuando los esenios ya vislumbraban el final de su comunidad, con el fin de preservar sus conocimientos y tradiciones. En todo caso, los escritos más antiguos datan del siglo II a.C. y los últimos de la primera mitad del I d.C.

Hacia el final de su existencia, los miembros de esta comunidad, llegaron ha ser uno de los principales grupos religiosos en que se dividía el judaísmo anterior a la destrucción del Templo de Jerusalén, en el año 70 d.C. Pese a ciertas evidencias que sugieren que Juan el Bautista, el profeta precursor de Jesús de Nazaret, estaba relacionado con este grupo o pertenecía al mismo, no existe nada que indique que los esenios influyeron directamente sobre los primeros cristianos.

A pesar de las teorías marginales de algunos investigadores con puntos de vista «alternos» a los de la comunidad científica, como Carsten Peter Thiede (en relación con el famoso papiro «7Q5»), aun no se ha demostrado vinculación alguna entre Jesús de Nazaret y los Esenios; además se cree que estos escritos han tenido poca o ninguna significación en lo que respecta al origen y la creación del Nuevo Testamento, vale decir, a los escritos sagrados del Cristianismo.

Salvo por el hecho de que tanto la comunidad esenia, como el movimiento original de Jesús, eran grupos mesiánicos, que creían que «El Reino de Dios» (o sea un mundo perfecto en donde reinaría un rey justo y divino) estaba cerca y que eran contemporáneos, nada más los relaciona.

Todo esto no ha impedido que muchos pretendan retrotraer la época de redacción de los evangelios canónicos a los tiempos en que la comunidad esenia todavía existía y haciendo de los descubrimientos de Qumran un valuarte para la verificación histórica de los orígenes del cristianismo. Es irónico que, a otro descubrimiento igualmente importante y mucho más significativo para la cristiandad, no se le haya dado en más de 50 años, la importancia que merece.

«Los Evangelios Gnósticos»:

Unos años antes de los descubrimientos de Qumran, en diciembre de 1945, dos hermanos, campesinos egipcios, en un lugar del Alto Egipto llamado Nag Hammadi, donde el Nilo hace una curva en su cause, se encontraban buscando fertilizante para cultivar. Uno de ellos, llamado Muhammad Alí, cavando, pego con su pala contra un objeto duro, perfectamente oculto entre unas piedras. Al retirar la tierra y las rocas, se encontró con una tinaja de terracota cuidadosamente cerrada con una especie de plato.

Al principio, Muhammad dudó en abrirla por la superstición de que pudiera contener a un genio y éste pudiera dañarlo. Más tarde, dándose valor ante la esperanza de encontrar oro, la abrió, pero en lugar del precioso metal había unos libros encuadernados en piel de gacela. El lugar preciso del descubrimiento era conocido en la antigüedad con el nombre de Chenoboskeion («pastizal de gansos»).

En la zona, San Pacomio fundó el primer monasterio cristiano del Alto Egipto en el año 320 d.C. Unos años después, en 367 d.C., los monjes locales copiaron más de 45 escrituras religiosas cristianas y paganas en 13 códices (libros encuadernados en cuero). Al modo de Qumran, toda esta colección fue sellada dentro de tinajas y resguardada en las cercanías por temor a la persecución a la que los gnósticos eran sujetos por esa época.

Los libros eran de al menos 1600 años de antigüedad y eran en su mayoría cristianos, pese a que, entre ellos, se encontraba una copia de «La República» de Platón y otros textos clásicos. Estaban escritos en copto, una lengua todavía sobreviviente y que era una derivación de la hablada por los faraones en su etapa helenística (s. IV al I a.C.). Todos eran traducciones de originales griegos al idioma local. La colección constaba de un total de aproximadamente 1100 páginas. 

A diferencia de la de Qumran, los mismos eran de singular relevancia para el esclarecimiento de los orígenes del Cristianismo y de las directas enseñanzas de Jesús. Esto fue entendido desde un primer momento por los estudiosos, pero «increiblemente», todavía hoy, luego de más de 50 años, el tema no ha sido tratado con seriedad y profundidad por las autoridades religiosas y por la opinión pública en general.

Unos de estos códices contenía al escrito que ocupa nuestra atención, un «Evangelio» atribuido al Apóstol Tomás, que recopilaba una serie de proverbios que Cristo había sentenciado durante sus años de prédica.

«El Quinto Evangelio»
Medio siglo antes del descubrimiento de Nag Hammadi, en Oxyrhynchus, una antigua ciudad egipcia, se descubrieron unos fragmentos de papiro escritos en griego, que correspondían a un evangelio apócrifo atribuido al Apóstol Tomás. La paleografía fechó la redacción de los mismos hacia el año 200 al 250 d.C. y desde entonces, se creyó que una vez existió un quinto libro análogo a los canónicos, en donde se registraban las enseñanzas de Jesús.

Una de estas páginas se encuentra el Museo Británico, el Londres. Sin embargo, no se le dio mayor importancia al tema, hasta el descubrimiento de la versión copta (que ofreció el texto completo). A los fragmentos griegos se los conoce como «Papiros de Oxyrhynchus» y al texto copto, «Codex II de Nag Hammadi» respectivamente.

Todos los expertos independientes, e incluso algunos teólogos, están de acuerdo en que el «Evangelio según Tomás» es tan auténtico como los sinópticos y el del Apóstol Juan. Este texto se viene estudiando desde hace décadas y, últimamente, ha dado lugar a sorprendentes conclusiones (que trataremos más adelante).

Como el lector podrá comprobar, el de «Tomás», es un evangelio totalmente diferente de los incluidos en el Nuevo Testamento. En él no existen partes narrativas o anécdotas sobre la vida y obra de Jesús, sólo consta de 117 proverbios y cortos diálogos en donde se recogen las enseñanzas más significativas atribuidas al Maestro. No se dice nada del nacimiento, de la muerte o de su supuesta resurrección.
El autor, quizá aludiendo a la calidad «privada» de los diálogos o máximas, se refiere a las mismas como: «Los dichos secretos que Jesús viviente habló».

Ya Clemente de Alejandría cita al Ev. Tomás, sin nombrar la fuente. El texto en cuestión es el proverbio N° 2, que dice: «Jesús ha dicho: Que quien busca no deje de buscar hasta que encuentre, y cuando encuentre se turbará, y cuando haya sido turbado se maravillará y reinará sobre la totalidad y hallará el reposo». Esto demuestra que el libro, en su forma primitiva, existía ya en el 190 d.C. fecha de composición de «Stromata» («Remedios»), el libro que contiene dicha cita. Sin embargo, existen evidencias que el de Tomás, pudo haber sido el evangelio más antiguo (con seguridad su versión original es anterior al 100 d.C.), o al menos, el que recoge con mayor fidelidad y sin agregados mítico-legendarios a las palabras dichas por el Jesús histórico, de los que hoy se conservan.

«Q» – «El Evangelio Perdido de Jesús el Cristo»:
Hace tiempo, en el siglo XIX, algunos estudiosos notaron algo singular en ante la lectura crítica y comparativa de los evangelios sinópticos del Nuevo Testamento. Ninguno de los Evangelios es congruente en un 100% con los otros, ni su forma narrativa es equivalente. Cada uno de ellos refleja un estilo diferente e incluso, hoy se sabe, fueron redactados en lugares y épocas disímiles. El más antiguo es el de «Marcos», que se fecha hacia el año 70 d.C. (con seguridad luego de la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos). «Mateo» y «Lucas» se terminaron unos 20 años después.

Es obvio que en los aspectos narrativos y en la secuencia de eventos que documentan, tanto «Mateo» como «Lucas» se basan en » Marcos«. Sin embargo, los primeros contienen numerosos dichos y frases atribuidas a Jesús que no están presentes en éste último. Además, en los originales griegos, las palabras suelen ser idénticas, lo que es algo insólito si se piensa que cuando dos cronista «recuerdan» algo que oyeron o leyeron hace años, pueden documentarlo en forma similar, pero jamás iguales.

La respuesta a este misterio fue dilucidada mediante los estudios filológicos: Tanto «Mateo» como «Lucas» tuvieron como «fuentes» a dos evangelios anteriores. Para las historias y leyendas de la vida de Jesús, tomaron como modelo a «Marcos» (agregándole las historias sobre la infancia y la resurrección que el original de «Marcos» no poseía; por otro lado, para incorporar las máximas y proverbios de Jesús, utilizaron un documento (hoy perdido) al que los expertos llaman «Q«.

Por obvias razones, desde que esta teoría surgió, la mayoría de los académicos fueron muy cautos en confirmarla como un hecho. La razón es que «Q», hoy día, ya no existe. Sin embargo, el descubrimiento del Ev. de Tomás, trajo la evidencia positiva de que alguna vez, «la fuente» existió. Especialmente el papiro «Oxyrhynchus», cuyo texto griego era concomitante con las frases equivalentes de las versiones de los evangelios canónicos de la misma lengua.

Muchos de sus dichos son análogos a los de «Mateo» y «Lucas», otros son inéditos, demostrando que estos dos redactores, utilizaron los que más se adecuaban a sus criterios doctrinales.

«Tomás» da una interpretación muy diferente a los dichos conocidos de Jesús. El erudito Burton Mack, ha formulado una controversial teoría (muy factible por cierto) que plantea que algunas de las primitivas comunidades cristianas no creían que Jesús de Nazaret era el «Mesías» esperado por los judíos, o el «Cristo«, sino un maestro de sabiduría; un hombre que intentó enseñar a otros como alcanzar una plenitud existencia y como vivir en armonía con nuestros semejantes.

Para ellos, Jesús no era un ser divino, sino totalmente humano. Estos primeros seguidores, disintieron de otros cristianos que se basaron en los rituales y en la idea de la muerte y resurrección de su «Salvador». El que esta segunda variante ideológica triunfara sobre la primera, probablemente se debió a que la psicología popular, siempre acepto mucho más fácilmente a las doctrinas que eran acompañadas con leyendas heroicas y narraciones biográficas que les inspiraran devoción, fe y admiración.

En el evangelio de Tomás y, presumiblemente, en «Q», la «salvación» se logra no por la fe o el seguimiento ciego de una creencias, sino por la búsqueda de la sabiduría interior y la conducta apropiada para con el prójimo. Esto «libera» al ser espiritual de su «envoltura» material y le permite la trascendencia.

Hoy en día, muchos paliógrafos se encuentran abocados a la «reconstrucción» de «Q», lo que a la postre traerá de nuevo a la luz el «evangelio original» de Jesús de Nazaret, el Cristo.

Oscar Carlos Cortelezzi Buenos Aires – Argentina

(1) Entre finales de los años ‘40s y comienzo de los ‘50s (de 1947 al 1956).
Es decir, los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio (llamados «Pentateuco» = del griego, «cinco libros» y cuyo nombre hebreo es «Torah»). Quienes daban demasiado importancia a «la letra» de la Ley y o a su esencia espiritual y moral. Además eran soberbios y elitistas.

Los «sicari» o «selotes».
Cuando comenzó a Diáspora y la formación del judaísmo talmúdico. Es decir los incorporados al Nuevo Testamento: «Mateo», «Marcos», «Lucas» y «Juan». Los «gnósticos» eran una de las muchas variantes del cristianismo primitivo, el cual, lejos de ser homogéneo como comúnmente se cree, era una suerte de «federación» de comunidades independientes, cada una con su estilo de vida y su particular forma de interpretar las enseñanzas de Cristo.

La progresiva centralización del poder eclesial en Roma, que culminó bajo el reinado de Constantino I y su conversión al Cristianismo (313 d.C.) derivó el un sistemático proceso de eliminación de estas iglesias «alternas» (respecto de la de Roma). Entre ellas, los gnósticos fueron particularmente perseguidos y finalmente desaparecieron. La lengua copta fue casi totalmente olvidada luego de la introducción del Islam en Egipto (640 d.C.) y su remplazo por el árabe. Tal vez más, porque rumores sobre lo ocurrido en las primeras horas luego del descubrimiento afirman que los campesinos en cuestión, desconociendo el valor de los textos, ¡echaron a varios libros al fuego para calentarse esa noche!

Los evangelios «canónicos» adquirieron dicha condición durante el III Concilio de Cartago, celebrado por la Iglesia en el año 397 d.C. Ya Ireneo («Padre de la Iglesia»), hacia el año 180 comenzó una labor de censura de los textos apócrifos, que comenzaron a abundar a comienzos del siglo II, pero sólo dos siglos después se llegó a un total acuerdo sobre este tema.

Padre de la Iglesia (h. 150 al 211 d.C.). Esto es lógico, pues «Marcos» fue anterior en su redacción a «Mateo» y «Lucas». La canonicidad del «Apéndice» (16:9-20) del Evangelio de Marcos, fue controversial durante siglos. Los mismos teólogos creyeron que era una interpolación posterior para «reforzar» la idea de la resurrección de Cristo, que en dicho libro, no tenía mayor asidero.

Recién 1500 años después de la muerte de Jesús, durante el Concilio de Trento (1545-63), se declaró en forma «dogmática» que el texto era legítimo y fidedigno (canónico). Los expertos no tienen duda de que el evangelio en cuestión terminaba originalmente con (16:8): «Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque temblaban y estaban presas de espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo».

(Es decir, con un sepulcro vacío, pero sin la prueba final de la resurrección). Este nombre proviene de la palabra alemana «Quelle», que significa «fuente» (o sea, la fuente original de los evangelios).
Del griego: «El Ungido», «El Señalado».


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