El Concilio de Jerusalén

Doctrina y acuerdo de los apóstoles – Concilio de Jerusalén

¿Qué es doctrina?

La palabra doctrina quiere decir enseñanza. Quiere decir entonces que la doctrina de los apóstoles es la enseñanza que estos les brindaban a los convertidos. No lo hacían por voluntad propia, sino por mandato del Señor, quien les ordenó: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo. 28:20).

La enseñanza de Jesús, transmitida por los apóstoles, conforma el cimiento de la iglesia: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). La doctrina constituye el factor esencial de unidad de la iglesia y su fundamento. Si la desechamos, destruimos esa unidad y agrietamos el fundamento de la fe.

Esta doctrina es la base de la predicación del evangelio, con la que afirmamos que Cristo es el Hijo de Dios, que derramó su sangre por nuestros pecados, que somos salvos por la fe. Es imposible predicar a Cristo sin predicar doctrina.

El concilio en Jerusalén

¿Qué dio lugar a celebrar este concilio o asamblea? Hechos 15:1-35 Entonces algunos que vinieron de Judea enseñaban a los hermanos: “Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos”. Surgió una contienda y discusión no pequeña por parte de Pablo y Bernabé contra ellos, los hermanos determinaron que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y ancianos para tratar esta cuestión. Veamos paso a paso esta situación.

1.— El concilio de Jerusalén es un encuentro entre los responsables de las dos grandes comunidades de la Iglesia naciente: la de Jerusalén, llena de judíos que observan la ley (613 preceptos), y la de Antioquia, llena de gentiles que viven el Evangelio libre de la ley.

El relato del encuentro aparece en el centro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 15). El futuro de la Iglesia estaba en juego: ¿se acepta el Evangelio libre de la ley? ¿Se impone a los gentiles el legalismo judío? Esto amenazada la unidad de la Iglesia naciente.

2.— Cuando se celebra el encuentro de Jerusalén, hacia el año 48, la comunidad de Antioquia lleva ya más de diez años de existencia, admitiendo en su seno a gentiles, sin imponerles la ley judía. Es un grupo con identidad propia: En Antioquia fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos (11,26). La comunidad vive el Evangelio libre de la ley judía.

3.— Bajaron a Antioquia algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la tradición de Moisés, no podéis salvaros. Esto provocó una discusión seria con Pablo y Bernabé. Y se decidió que Pablo y Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y ancianos, para tratar esta cuestión (15,1-2). La iniciativa partió de la comunidad de Antioquia.

4.— Para los judíos circuncisión y ley forman un todo inseparable. La circuncisión es el signo de la alianza que el pueblo de Israel recibe de Dios. La ley muestra el cumplimiento de esa alianza en la vida ordinaria. Para algunos judíos de la comunidad de Jerusalén, su pertenencia a Israel es un factor esencial en la comprensión de su identidad creyente y la adhesión de los gentiles a la fe en Cristo debía pasar necesariamente por la circuncisión y la observancia de la ley.

5.— Los delegados de la comunidad de Antioquia atraviesan Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y ancianos, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos. Pero en Jerusalén hay pensamientos encontrados. Algunos fariseos convertidos son firmes partidarios de la ley judía: Se reunieron entonces los apóstoles y ancianos para tratar este asunto (Hechos 15:4-6).

6.— Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra de la buena nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor, comunicándoles el espíritu santo como a nosotros, y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe.

¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (Hechos 15:7-11).

7.— La intervención de Pedro es decisiva. El apóstol recuerda su propia experiencia en el caso de Cornelio y saca las consecuencias, justificando el proceder de la comunidad de Antioquia. Bernabé y Pablo proclaman la acción de Dios en medio de los gentiles: Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar todas las señales y prodigios que Dios había obrado por medio de ellos entre los gentiles (Hechos 15:11-12).

8.— Finalmente interviene Santiago, responsable del grupo que observa la ley judía: Hermanos, escuchadme. Simeón ha referido como Dios, ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los profetas, según está escrito: Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída, reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar. Para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace que estas cosas sean conocidas desde la eternidad.

Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre. La tienda de David (levantada y renovada) es una señal para los gentiles que buscan a Dios. No hay que imponer la ley judía a los gentiles que se conviertan, pero los gentiles han de observar unos mínimos.

9.— Entonces los apóstoles y ancianos, de acuerdo con toda la comunidad, deciden que dos miembros dirigentes de la comunidad de Jerusalén se desplacen a Antioquia con Pablo y Bernabé, llevando una carta en la que se dice: Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro señor Jesucristo.

Enviamos, pues, a Judas y a Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz. Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Los delegados comunican en Antioquia las decisiones tomadas y entregan la carta. Los hermanos se alegraron al recibir aquel aliento. Pablo y Timoteo difunden por doquier las decisiones tomadas en Jerusalén.

El Símbolo de los Apóstoles es el resumen de la Fe de los Apóstoles, que se usaba en Roma con ocasión de la recepción del bautismo. El Símbolo Niceno-Constantinopolitano se formuló en los Concilios de Nicea (año 325 d.C.) y de Constantinopla (año 381 d. C), y es una explicación del Símbolo de los Apóstoles.

Siendo esta la confesión: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro; que fue concebido del Espíritu Santo, nació de la virgen María, padeció bajo el poder de Poncio Pilatos; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí vendrá al fin del mundo a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.”

Bibliografía:

http://www.tubiblia.net/el-concilio-en-jerusalen/1768

Biblia de estudio Reina Valera, Reina-Valera, 1960 (RVR1960) Copyright © 1960 by American Bible Society

Credos y Confesiones, Catecismo de Heidelberg, pp.25


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