En el salmo 36:5 leemos: “Jehová, en los cielos está tu misericordia; tu fidelidad llega hasta el firmamento”. Observe como el salmista habla acerca de la fidelidad de Dios, y dice: “llega hasta el firmamento”. Esta afirmación nos hace ver lo grande y lo incomparable de la fidelidad de Dios para con su palabra, sus promesas y su justicia.

La fidelidad como valor, auténticamente humano, es una propiedad esencial en el matrimonio, la familia, la iglesia, el trabajo, etc. Sin embargo fallamos y somos infieles. Pero nuestro buen Dios: “¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es El”. Todas sus obras revelan su fidelidad. Sus mandamientos expresan su fidelidad.

Mi querido amigo y hermano Dios es inmutable, no cambia con respecto a su palabra, el se mantiene firme. Que bendición el saber que nuestro Dios, es un Dios que nunca falla, siempre esta presente, nunca llega tarde, porque su fidelidad es una propiedad esencial de su amor para con nosotros. Nuestro Dios se caracteriza por ser un Dios “fiel”, incluso cuando le fallamos.

Cuando creemos que todos nos han abandonado y ninguno se acuerda de nosotros. Dios siempre ha estado a nuestro lado. El no nos ha dejado nunca, ni nos dejara, Jesús dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Porque la fidelidad de Dios es una propiedad indisoluble de su amor y su gracia.

Dios demanda de nosotros fidelidad, confianza y certeza de que recibiremos de El lo prometido. La conducta amorosa y fiel de Dios, nos invita poderosamente a serle fieles hasta la muerte, y recibiremos de Él la corona de la vida.