¿Qué es la salvación?

Este es un interesante artículo escrito por el Dr. Juan Barek, les dejamos con el mismo y esperamos sea de bendición para ustedes.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe”. Efesios 2:8-9.  Ahora, pues hablaremos de la salvación y del papel que nosotros tenemos como cristianos, iniciamos el presente artículo preguntado ¿qué es la salvación?

La salvación es el acto por el cual, el ser humano, se despoja de la maldición de la muerte (Génesis 3:19) que produjo el pecado, la desobediencia del hombre; y alcanza la Vida Eterna que es en Cristo Jesús.
En otras palabras, cuando el hombre pecó… fue destituido de la gloria de Dios (Romanos 3:23) y, por tanto, ya no estaba en comunión con Dios, lo que le acarreo la muerte. Dios se lo dijo a Adán: “más del árbol de la ciencia, del bien y del mal no comerás; porque el día que de el comieres, ciertamente morirás”Génesis 2:17.


Pero por misericordia del Altísimo Padre Celestial, Jesucristo se nos fue enviado para mostrarnos la salvación, la vida eterna: “Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” Juan 3:16.

Hecha esta introducción, hemos de enfocarnos en un aspecto fundamental en el que se debe basar todo cristiano, y cuando digo todo, es todo, desde el cristiano recién convertido hasta el siervo de Dios de 40 años y más en los caminos de Dios; para evangelizar, para servirle a Dios, para obedecer al mandato de Dios.


Nosotros, algún momento de nuestra vida, tuvimos que aceptar a Jesucristo en nuestro corazón (Si no, no fuéramos cristianos). ¿Pero acaso merecemos el perdón de Dios? ¿Éramos o somos merecedores de la misericordia de Dios? La respuesta es no. Nadie, ningún ser humano que existe, ha existido, o existirá sobre la faz de la tierra, es merecedor de la salvación.

¿Pero entonces Por qué podemos decir que somos salvos si nadie merece la salvación? Porque tenemos a Jesucristo en nuestro corazón, Juan 1:12 dice: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” y Juan 5:24 dice: “De cierto, de cierto, os digo: el que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida” y Juan 14:6 dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí”.

Nótese que dice “a los que le recibieron”, esto quiere decir que no son todos los seres humanos los que tienen a Cristo en su corazón.

¡Somos salvos por haber aceptado el regalo de Dios que es la salvación, porque decidimos un día decirle al mundo y a Satanás no! Esto implica que así como nosotros aceptamos ese regalo de Dios, así también las gentes que nos rodean pueden aceptar este regalo, si nosotros lo hicimos ellos también.

Es por esto que al predicar el evangelio a las personas les estamos haciendo ver ese regalo que es la salvación y, por tanto, debemos despojarnos de egoísmo y tener compasión por las almas que se pierden, porque Dios en su infinita misericordia quiere que todos seamos salvos.

Entendiendo esto, hermanos míos, a la hora de predicar la Palabra de Dios, a la hora de evangelizar, no lo veamos como algo para “aumentar las estadísticas”, “para llenar la iglesia”, “para que vean que yo sirvo a Dios”, “para hacerme famoso”, etc.; sino más bien, como un agradecimiento de parte de nosotros a Dios por habernos dado el privilegio de aceptar ese regalo, gracias a su gran misericordia para con nosotros; y este es, compartiendo eso que hemos recibido con los demás, esto Dios lo ve y se complace en gran manera y dice: “He aquí a mi hijo amado en quien tengo complacencia”.

Para finalizar: las obras no salvan a nadie (léase Efesios 2:8-9), hacemos las obras no para salvarnos, sino, porque somos salvos.


Hermanos en Cristo: Predicamos el evangelio o evangelizamos, no para salvarnos, sino, porque somos salvos, ya que al ser salvos, queremos complacer a nuestro Padre Celestial sin recibir nada a cambio.


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