Desarrollo del Nuevo Testamento II

Hechos  nos dice cuál fue  el mensaje de la iglesia primitiva.  Aquí tenernos un  resumen  de  los  discursos de  Pedro  (Hch_2:14-36, Hch_3:12-26, Hch_4:8-12, Hch_4:24-30);  de  Esteban  (Hch_7:2-53), y de Pablo (Hch_13:16-41, Hch_14:15-17, Hch_17:22-30. Aunque no se trata  de  reproducciones   taquigráficas,  no  hay  razón  para dudar  que  nos  dan  la  sustancia  de  los  sermones  a  los primeros cristianos. Por ellos nos enteramos de  la esencia del mensaje cristiano: 

I. Ha amanecido una nueva era, mediante la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. 

II. La vida entera de Jesús, pero particularmente su muerte y resurrección, son el cumplimiento de la profecía. 

III. Cristo regresará para juzgar a vivos y muertos. 

IV. Por tanto, hay que arrepentirse y recibir el perdón y el don del Espíritu Santo. 

V. Quien no se arrepiente, cosechará las consecuencias de su rechazo. 

En estos discursos hay algo de suma importancia para nosotros. Los primeros  predicadores  nunca  dejaban  de mencionar  la   Resurrección.  Alguien  lo  dijo:  la  Resurrección «fue la estrella  en el  firmamento del cristianismo  primitivo».  Y sorprendentemente,  en   dichos sermones  no  se  establece relación  alguna  entre  la  muerte  de  Jesús  y  el  perdón  de  los pecados  A  la  iglesia  primitiva  le   embargaba  totalmente  la  fe proveniente  de  la  Resurrección  y  de  la  experiencia  en  el Espíritu.  W  O.  Davies  lo  explica  diciendo  que   todavía  no adquiría  plena conciencia de  la cruz,  o  sea,  la «crucialidad»  (lo decisivo)  de  la  cruz,  como  la  llamó  P.  T.  Forsyth.  La  interpretación  de  la  cruz  llegaría  a  la  Iglesia  a  través  de  la mente y corazón portentosos de Pablo. 

En el  Nuevo Testamento  hay un libro  -ni evangelio  ni carta- que  es  también  Uno  de  los  libros  más  desconcertantes.  Lo conocernos   como  Apocalipsis,  o  Revelación.  Aunque  nos resulta tan extraño,  y en  el Nuevo Testamento  es  único  en su género,  sin  embargo,  era   un  tipo  de  libro  muy  común  en  la época en que se escribieron los libros del Nuevo Testamento. 

Los  judíos  dividían  el  tiempo  en  dos  edades:  la  edad presente  tan  mala  que  no  puede  ser  reformada,  y  que  está destinada  a  la   destrucción;  en  contraste,  estaba  la  edad venidera,  la  edad  dorada  -según  se  creía-  cuando  todo  será como Dios quiso que fuera;  cuando los buenos entrarán en su gozo,  y  los  malos  serán  destruidos.  Pero  surge  la  pregunta: ¿Cómo habría una edad de transformarse  en la otra? ¿Cómo se transformaría  el mal de esta edad  en la  gloria de  la edad  por venir? En los días del Nuevo Testamento los judíos  estaban ya convencidos  de que  el cambio jamás se realizaría  por medios humanos  ni  a  través  de  un  proceso  de  reformación.  Sólo  podrá  efectuarse  con  la  total  destrucción  de  esta  edad  y  el nacimiento  de  la  nueva  que  sería  la  Era  de  Dios.  ¿Cómo, entonces,   tendría  lugar  el  cambio?  Pues  el  cambio  tendría lugar  en  el  Día  de]  Señor,  cuando  el  mundo  actual  y  todo cuanto hay en él se  desintegraría y sería destruido, y habría un juicio final, y  cuando  del  caos  surgiría  un  nuevo  mundo,  que vendrá  a  ser  el  mundo  de   Dios,  creado  de  nuevo  para  el pueblo de Dios. 

Esto dio lugar a toda una serie de libros, cada uno bajo el título  de  Apocalipsis.  Esta  palabra  significa  quitar  el  velo, revelar. Su propósito  era describir los eventos terribles de los últimos  días  y  el  terror  del  juicio,  así  como  la edad  de  oro que  estaba  por  llegar.   Naturalmente  que  estos  libros  eran inteligibles sólo para los iniciados que conocían la «clave», ya que describían cosas nunca antes vistas  ni oídas y ni siquiera imaginadas.  Muchos  de  estos  libros  han sobrevivido porque mientras más oscura era la historia de los judíos, y más  dura su  suerte,  y  más  opresiva  su  esclavitud  y  subyugación,  con mayor  ardor  soñaban  en  la  llegada  del  día  en  que  Dios invadiría la  historia, y se efectuaría el dramático cambio y se iniciaría la nueva era. 

La mayoría de estos «apocalipsis» son libros judíos,  pero el nuestro  es  un  espécimen  de  literatura  apocalíptica  cristiana, razón  por la  cual  nos  resulta  el  libro  más  difícil  de  entender del  Nuevo  Testamento.  Recordemos,  sin  embargo,  que  con sernos  tan  extraño,  éste   era  un  género  literario  bastante común en tiempos neotestarnentarios. 

En  su  formato  actual,  pues,  el  Nuevo  Testamento  se compone  de  los  cuatro  evangelios,  Hechos,  cartas  de  Pablo, Santiago,  Pedro,   Juan,  Judas  y  otros,  y  el  Apocalipsis.  La mayoría de  los expertos  concuerdan  que se  necesitaron  unos setenta  años  para  que  fuera   escrito.  Posiblemente  el  primer libro que  se escribió  haya  sido  la carta a los  Gálatas, hacia elaño 49, y posiblemente la segunda carta de  Pedro haya sido la última,  alrededor  del  año  120.  Ya  vimos  que,  después  de escrito, el Nuevo Testamento no asumió su forma actual  hasta el año 367. 

 Ahora  observaremos  algunos  hitos  prominentes  en  el camino  hacia  la  integración  del  Nuevo  Testamento.  Los grandes  pasos  hacia   la  definición  del  contenido  del  Nuevo Testamento  se  dieron  como  consecuencia  de  los  errores que algunos herejes trataron de  introducir en la Iglesia. 

El  primero  de  estos  fue  Marción,  opulento  armador  de Sinope,  en  el  Mar  Negro,  quien  se  avecindó  en  Roma  por  el año  140.  Marción  era  gnóstico,  término  que  deriva  de  una palabra  griega  que  significa  «conocimiento».  Los  gnósticos eran de los más peligrosos herejes  que confrontó la Iglesia. Se proponían  explicar  la  existencia  del  bien  y  el  mal.  Su  tesis básica era que desde los tiempos más remotos  habían existido dos  elementos: la materia  y el  espíritu; la materia  y Dios.  Los gnósticos creían que la materia no había sido creada, sino  que era  una  sustancia  original  que  siempre  había  existido  y  quehabía  servido  de  base  para  la  formación  del  mundo.  Esta materia   era  esencialmente  mala,  y  el  espíritu  era esencialmente bueno. 

Esto significaba que, desde el principio, el mundo había sido hecho  de  un  material  defectuoso.  Lo  cual  explicaba  la angustia,  el  pecado,  el  sufrimiento  y  el dolor.  El material  del mundo era malo. Esto  significaba  que el  Dios verdadero,  que es  espíritu y todo bueno, no podía  haber  tocado para nada  la materia y, por tanto, no era responsable de la creación. Según los  gnósticos,  lo  que  sucedió  es que Dios  fue   colocando  una serie  de  emanaciones, o  eones,  cada  una  de  ellas  más  y más distante  de  Días. A medida  que se  alejaban, cada   emanación iba  quedando  más  ignorante  de  Dios,  y  al  final  de  la  escala había  una  emanación,  no  sólo  ignorante,  sino  opuesta

totalmente  a  Dios.  Precisa  mente  esta  emanación  remota, ignorante  de  Dios  y hostil había  creado al  mundo.  De  aquí  la creencia   gnóstica  de  que  todas las cosas creadas, incluyendo el cuerpo, eran esencialmente malas. Toda materia era mala y sólo el espíritu era  bueno.  

Pero los gnósticos fueron todavía más allá. Sostenían que el creador,  la  emanación  remota,  ignorante  y  hostil  era  el  Dios del  Antiguo  Testamento, y  que  el Dios verdadero,  el Dios  del espíritu,  es  el  Dios  del  Nuevo  Testamento.  La  consecuencia lógica fue que los  gnósticos rechazaron completa y totalmente al  Antiguo  Testamento,  por  ser  el  libro  del  Dios  remoto, ignorante y hostil. 

Esto  implicaba  además  expurgar  el  Nuevo  Testamento  de todas sus referencias al Antiguo  Testamento Así que de todos los  libros   cristianos,  Marción  conservó  sólo  una  versión censurada  de  Lucas.  Pero  como,  al  mismo  tiempo,  para Marción San Pablo era un  héroe, conservó las cartas paulinas como sus libros más sagrados, Marción había malinterpretado el ataque de Pablo a la Ley, como un  ataque contra el Antiguo Testamento.  Así  como  el Antiguo  Testamento  constaba  de  la Ley, los Profetas  y los Escritos,  el libro  «cristiano»  de Marción consistía  del  libro  (expurgado)  de  Lucas  y  de  los  escritos  del apóstol  Pablo.  La  Iglesia  se  vio  en  la  necesidad   de  presentar una respuesta. 

El  ataque  marcionita  colocó  a  la  Iglesia  ante  dos obligaciones.  Primera,  definir  su  actitud  ante  el  Antiguo Testamento  (el  cual   Marción  descartaba  en  su  totalidad)  y, segunda, definir cuáles  eran los  libros del Nuevo  Testamento.

La  Iglesia  no  sólo  no  rechazó,  sino  que  confirmó,  su  fe  en  el Antiguo Testamento.  También existen indicios de  que se  dio a la tarea de  definir el canon del Nuevo Testamento. 

Hay  una  lista  de  libros  del  Nuevo  Testamento  formulada alrededor del  año 170, conocida como  el  Canon  Muratoriano por  su   descubridor  El  principio  se  encuentra  ligeramente mutilado, pero es fácil de ver cuál era su contenido: los cuatro evangelios  (Mateo,  Marcos.  Lucas  y  Juan):  Hechos  de  los Apóstoles,  las  cartas  de  Pablo  en  el  orden  peculiar  de: Corintios,  Efesios,  Filipenses,   Colosenses,  Gálatas,  Tesalonicenses  y  Romanos  a  los  cuales  añade  las  epístolas pastorales  a  Timoteo,  a  Tito  y  la  carta  a  Filemón.   Incluye también  la  carta  de  Judas  y  la  primera  y  segunda  cartas  de Juan  y  el  Apocalipsis.  Cuenta  además  con  la  sabiduría  de  Salomón y, no sin vacilación, con un segundo Apocalipsis, el de Pedro. Una de las sorpresas es que  omite  la  Primera Carta  de Pedro. Los  demás libros omitidos: Santiago, Segunda de Pedro, Tercera de  -Juan y  Hebreos,  que  fueron  también  los  que más demoraron en  tomar   su  lugar  en  el  canon  del  Nuevo Testamento  de  manera  firme  e  incuestionada.  Lo  cual  nos permite  apreciar  que,  a  finales  del  siglo   II,  el  Nuevo Testamento  estaba  ya  en  camino  de  adoptar  su  forma definitiva. 

Dejaremos  de  momento  la  historia  de  la  forma  que finalmente tomó el Nuevo  Testamento,  para referirnos  a otra pregunta:  ¿cómo   terminó  el  proceso  de  redacción  del  Nuevo Testamento?  ¿Por  qué  y  cuándo  llegó  la  iglesia  cristiana  a  la conclusión de que  no  se  escribieran  más  libros  para el  Nuevo Testamento? O, más precisamente, ¿cuándo y por qué decidió la  Iglesia que  la lista de libros   sagrados estaba  ya completa  y que más no debían agregarse? 

Esto  también  sucedió  por  influencia  de  un  hereje.  A  fines del siglo II  apareció en escena  un hombre llamado  Montano,

convencido  de  que  los  principios  originales  de  la  Iglesia habían  descendido  de  nivel.  Recorrió  que  Jesús  había anunciado  que  el   Espíritu  vendría  a  renovar  en  verdad  y poder  a  la  Iglesia.  El  cuarto  evangelio  establecía  que  Jesús había  dicho:  «Aún  tengo  muchas   cosas  que  deciros,  pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiara a toda la verdad tomará de lo  mío, y os  lo  hará  saber»  (Jua_16:12-14).  Jesús  había prometido  que vendría el Espíritu  Santo,  el Paracleto,  el  cual  desarrollaría  y

completaría  su  mensaje,  por  así  decirlo.  El  caso  es  que Montano  apareció  declarando  que  él  era  el  Paracleto prometido.  y  que  se   proponía  dar  a  los  hombres  la  nueva revelación prometida por Jesús. 

Lo  cual ciertamente fue un problema para  la  Iglesia que  lo resolvió dictaminando que  la  revelación  de Dios ya  había sido dada  y   completada,  y  que  la  revelación  en  su  sentido  más amplio  había terminado. Declaró  la Iglesia  que ya  habían  sido escritos  todos  los   libros  sagrados  que  habían  de  escribirse,  y que  las  Sagradas  Escrituras  se  encontraban  completas  Como dijera  Tertuliano,  no  sin   amargura,  quien  posteriormente  se convirtió  al  montanismo,  que  el  Espíritu  Santo  había  sido arrinconado  dentro  de  un  libro.  De   todos  modos,  se  declaró clausurado  el  canon  del  Nuevo  Testamento.  La  Iglesia  opinó que  sería  cuento  de  nunca  acabar  si  en  cada   oportunidad alguien  iba  a  presentarse  trayendo  una  nueva  revelación. Debería  establecerse  una  fecha  para  la  revelación  total,  que

juzgaría  a todas  las demás revelaciones. Se decidió,  pues, que había  llegado  el  tiempo  de  no  escribir  ya  más  revelaciones.

Esto no significaba que ya no se creyera en el poder revelador del  Espíritu  Santo.  La  diferencia  estaba  en  que,  durante  los primeros   tiempos,  el  Espíritu  Santo  había  capacitado  a  los hombres para que escribieran los libros sagrados de la religión cristiana;  y,  en  los   últimos  días,  el  Espíritu  Santo  los  había capacitado  para  entender,  interpretar  y  aplicar  lo  que  había sido escrito. 

¿Qué requisitos terna que llenar un libro para ingresar a la lista suprema  de libros sagrados de  la  Iglesia? El dilema  era si un  libro  era   apostólico o  no  (escrito  por  un  apóstol o  alguien del  grupo). Por lo que  tocaba  a  los  evangelios,  Mateo y  Juan fueron  escritos  por  apóstoles;  Marcos  y  Lucas  llenaron  los requisitos,  pues  se  consideraba  que  Marcos  era  discípulo  e intérprete  de  Pedro,  mientras  que   Lucas  era  considerado como el  que  había puesto  por  escrito  el  evangelio predicado por Pablo. Por la misma razón terminó por  adjudicarse a Pablo la carta a los Hebreos. Era bien sabido que Pablo no había sido precisamente  su  autor.  Como  Orígenes  lo  expresó  en   frase memorable:  «Quien  escribió  la  carta  a  los  Hebreos,  sólo  Dios lo sabe».  Pablo destacó por sus  cartas.  La carta a  los Hebreos era  tan   valiosa que la Iglesia tenía que  conservarla  como uno de  sus  libros  sagrados. Así  que para darle  el rango  requerido se añadió a las cartas  de Pablo. 

Existía  una  buena  razón  para  hacer  de  la  autoridad apostólica  la  pauta  de  aceptación  de  cualquier  libro  como sagrado  y  normativo   para  la  Iglesia.  El  cristianismo  es  una religión  histórica,  pues  toma  su  origen  y  poder  de  una persona  histórica,  Jesús  de Nazaret.  Así  que,  todo  lo que  se necesitaba  era  establecer  una  cadena  ininterrumpida  deevidencias que  condujera  hasta  él.  El  mundo  estaba lleno  de historias  de  dioses  que  morían  y  resucitaban.  La  única manera  de  garantizar  que  el  evangelio  no  era  un  relato  de tantos,  era   relacionarlo  con  un  testigo  presencial  capaz  de decir:  «Sé  que  esto  es  verdad  porque  lo  vi  con  mis  propios ojos». 

La  insistencia  en  la  autoridad  apostólica  tuvo  una consecuencia  interesante.  En  términos  generales,  parece extraño  que  la  Iglesia   haya  conservado  cuatro  diferentes evangelios,  pues  esto  puede  dar  lugar  a  situaciones incómodas.  Por  ejemplo,  el  cuarto  evangelio   consigna  el incidente de la limpieza del Templo al principo del ministerio de  Jesús,  mientras  que  los  otros  tres  lo  tienen  al  final.  El  hecho  de que haya cuatro evangelios con frecuencia genera problemas  de  armonización.  Alrededor  del  año  180, alguien  llamado   Taciano  rozo  un  experimento  para armonizar los evangelios en el Diatessaron, que literalmente significa «A  través  de  los  cuatro».  Se  las arregló  para incluir casi  todo  usando  tijeras  y  pegamento.  Un  fragmento  del Diatessaron dice así:

  Era el  día  de la preparación; y amanecía  para el  día  de reposo  (Luc_23:54),  Y  al  llegar  la  noche  en  la preparación,  o  sea  el  día   anterior  al  día  de  reposo (Mat_27:57; Mar_15:42) llegó un hombre que era miembro del concilio (Mat_27:57; Luc_23:50), y era de Arimatea una ciudad de Judea, cuyo nombre  era  José (Mat_27:57; Luc_23:50),  bueno  y justo,  que  era  discípulo  de  Jesús,  sólo

que secretamente por temor a los judíos (Mat_27:57; Luc_23:50;  Jua_19:38). Y esperaba  el  reino de Dios (Luc_23:51).  Este  hombre  no  había consentido  al  propósito  de ellos (Luc_23:51). 

Cierto,  el  Diatessaron  de  Taciano  no  fue  redactado  muy artísticamente,  pero  era  de  esperarse  que  los  cuatro evangelios  quedaran  entrelazados en una  sola narración. Lo cual  fue  impedido  por  la  aplastante  importancia  del testimonio  apostólico.  Los  evangelios   fueron  escritos  por apóstoles  u  hombres  apostólicos  y,  por  lo  tanto,  era  de mayor importancia conservarlos tal como estaban que  tratar de  armonizarlos.  Tanto  que  Ireneo  llegó  a  escribir  sobre  la existencia  de cuatro evangelios: «Tal como el mundo en que vivimos   tiene  cuatro  esquinas  y  hay  cuatro  vientos universales, y como  la  Iglesia está desparramada  por toda la tierra,  y  como  el  ev angelio  es   pilar  y  base  de  la  Iglesia  y  el aliento de vida, era de esperar que tuviera cuatro pilares que respiren inmortalidad por cada lado y reaviven  la vida de los hombres. Es pues evidente que el Verbo, arquitecto de todas las  cosas,  quien  está  entronizado  sobre  los  querubines  y  mantiene juntas todas las cosas, habiendo sido  manifestado a los hombres, nos dio el evangelio en forma cuádruple, pero manteniéndolo   unido por un Espíritu».  Así  fue  corno al  final se sostuvo que era tan natural que hubiera cuatro evangelios como hay cuatro puntos  cardinales.

Fue así  como los evangelios  y las  cartas asumieron su lugar como libros de la Iglesia; y lo confirmaron cuando empezaron a leerse  en  el   culto  público  de  la  Iglesia.  Con  el  correr  del tiempo,  quedaron  establecidos  definitivamente  al  formar parte de cada cultode  adoración. 

Completaremos nuestro relato agregando otra observación. Hubo un  período en que  la posición de  algunos libros  no  era muy  segura.   Dos  grandes  eruditos  de  la  iglesia  primitiva emprendieron  investigaciones  sobre  el  contenido  de  las Escrituras cristianas. 

El  primero  de  ellos  fue  Orígenes  quien  vivió  del  año  182 a 1251. En su tiempo ya ocupaban lugar indiscutible los cuatro evangelios,  las   cartas de  Pablo, incluyendo Hebreos, Primera de  Pedro  y  de  Juan  así  como  el Apocalipsis.  Orígenes llegó  a suponer que Pedro había  dejado otra carta, pero lo dijo como algo  de  naturaleza  dudosa.  Conocía  la  Segunda  y  Tercera cartas  de  Juan  pero,  según  Orígenes,  no   todos  las consideraban  genuinas.  Y  jamás  menciona  a  Santiago  ni  a Judas. 

El  segundo  erudito  fue  Eusebio  de  Cesárea,  el  gran historiador  eclesiástico  que  vivió  del  270  al  330.  Eusebio agrupó  en  tres  clases  los  libros  de  la  Iglesia:  los  aceptados universalmente,  los  que  estaban  en  disputa  y  los  espurios.

Universalmente  aceptados  eran  los  cuatro  evangelios  y  los Hechos,  las cartas de Pablo, incluyendo  Hebreos, 1ª de Juan y 1ª de  Pedro.  El   Apocalipsis  estaba  entre  los  aceptados  y  los disputados.  Los  libros  en  disputa  eran  Santiago,  Judas,  2ª de Pedro,  y  2ª   Y  3ª  de  Juan.   Agregaba  que  2ª  de  Pedro  carecía  deaceptación  general,  pero  como  a  tantos  había  sido  de provecho,  posiblemente  fuera  Escritura   Sagrada.  Agregó  que para muchos la carta de Santiago era espuria, y que son pocos los escritores primitivos que la mencionan. La lista de  Eusebio era prácticamente idéntica a la de Orígenes. 

Llegarnos  a  la  última  etapa  cuando  encontrarnos,  por primera  vez,  los  libros  del  Nuevo  Testamento  enlistados como los conocernos   hoy. Se trata de la carta  de Atanasio, ya  mencionada,  emitida  el  Domingo  de  Resurrección  de 367.  Corno  marca toda  una  época,  vamos   a  citar el  pasaje clave de esa carta: 

«No  debe  haber  vacilación  alguna  en  volver  a  citar  los libros  del  Nuevo  Testamento  pues  ellos  son:  cuatro evangelios,  según  Mateo,   según  Marcos,  según  Lucas  y según Juan. Están, además, los Hechos de los Apóstoles y las llamadas siete epístolas universales de los  apóstoles, como sigue:  una de Santiago y  dos de Pedro, luego tres de  Juan  seguidas  por  una  de  Judas.  Además  de  loanterior, hay catorce  epístolas del Apóstol Pablo, puestas en el siguiente orden: la primera es a los Romanos, luego dos  a los  Corintios y después  de éstas  las  epístolas a los Gálatas y  luego  a  los  Efesios. Además  las  epístolas a  los Filipenses y a los Colosenses, y dos a los Tesalonicenses y la   epístola  a  los  Hebreos.  Y  en  seguida  dos  cartas  a Timoteo  y  una  a  Tito,  y  la  última  a  Filemón.  Además, también el Apocalipsis de  Juan». 

Aquí  tenernos  por  primera  vez  el  Nuevo  Testamento  tal  y como ahora lo conocernos. 

Así que para el año de 367 ya se había completado el Nuevo Testamento y el canon quedaba cerrado. Nunca más habría de cambiárselo. Sin  embargo, vale la pena ver lo que Lutero tiene que  decir  sobre  este  tema.  Actualmente  las  actitudes  de  los reformadores  nos  parecen   increíblemente  libres  y  radicales. Asumían  libertad  absoluta  respecto  al lugar  que  otorgaban  a ciertos  libros.  Lutero  tenía  solo  una  piedra  de  toque,  que expresó con su acostumbrada y vívida violencia:  «Aquello  que  no  enseña  a   Cristo,  no  es  apostólico»,  aunque Pedro  o  Pablo  lo  hayan  dicho.  Y,  al  contrario,  aquello  que predica  a  Cristo  es  apostólico  aunque   nos  venga  de  Judas, Anás, Herodes o Pilato. 

Lutero colocaba en  lugar supremo a ciertos libros y a  otros en  lugar  secundario.  El  Nuevo  Testamento  cuenta  con veintisiete  libros. En  la  página  titular  de  su  propia  traducción del  Nuevo Testamento, Lutero  imprimió y numeró 23 de ellos; luego,  al final  y en un pequeño   grupo  aparte, sangrados pero sin  numeración  alguna  colocó  a  Santiago,  Hebreos,  Judas  y Apocalipsis.  Según  él,  Santiago  era  «una   epístola  de  paja porque nada se encuentra allí de la naturaleza del evangelio».

Enseña la justificación por las obras, en contraposición a Pablo, y nada tiene que decir sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús, ni sobre el Espíritu Santo. En tres porciones de Hebreos, en  los  capítulos  6,10,12  se  dice  que  no  puede  haber arrepentimiento  después  del  bautismo  lo  cual,  para  Lutero, está  en  flagrante  contradicción  con  las  enseñanzas  de  los evangelios y de Pablo. Judas no le parece más que un extracto de  2ª de  Pedro;  de  hecho  está  incluida  mayormente  en  1ra. de Pedro.  En   cuanto  a  Apocalipsis, Lutero  opina:  «Considero que no  es  ni  apostólico  ni  profético…  mi  espíritu  no  puede aceptarlo». Y agrega: «Va me guió por los libros que presentan a Cristo  puro  y  claro…  Después  de  todo,  en  él,  Cristo  no  es  ni enseñado ni  reconocido” 

Los principios de Lutero estaban completamente claros. En su Prefacio al Nuevo Testamento, escribe algo que tenernos que copiar  íntegramente:  «El  Evangelio  de  Juan  y  las  epístolas  de  Pablo, especialmente  la  de  Romanos, y  la  primera epístola  de Pedro  son   verdaderamente  el  meollo  y  la  médula  de todos los  libros…  En  ellos  no  encuentras  la  descripción de  muchos  milagros  de  Cristo pero  sí,  descrito magistralmente,  hallas  cómo  la  fe  en  Cristo  vence  al pecado,  a  la  muerte  y  al  infierno,  y  nos  imparte  vida, justicia y   salvación.  Esta  es  la  verdadera  naturaleza  del Evangelio…  Si  tuviera  que  prescindir  de  las  obras  de Cristo,  o  de  su  predicación,   prescindiría  de  sus  obras antes  que  de  sus  enseñanzas,  pues  las  obras  no  me ayudan  pero  sus  palabras  dan  vida,  como  él  mismo  lo dice…  Ahora  bien.  Juan  tiene  poco  que  decir  sobre  las obras de Cristo, pero mucho sobre su predicación. Por lo tanto, el Evangelio de  Juan es  el evangelio único, tierno, genuino  y  principal,  muy  por  encima  y  a  gran  distancia de los otros tres en cuanto a preferencia se  refiere. De la misma  manera,  las  epístolas  de  Pablo  y  Pedro sobrepasan  con  mucho  a  los  otros  tres  evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. 

En  una  palabra,  el  evangelio  de  Juan  y  su  primera epístola,  las  epístolas  de  San  Pablo,  especialmente Romanos,  Gálatas  y  Efesios,  y   la  primera  epístola  de Pedro  son  los  libros  que  te  muestran  a  Cristo  y  te enseñan  todo  lo  que  es  necesario  y  bueno  creer, aunque   jamás  vieras  ni  oyeras  ningún  otro  libro  o doctrina». 

Lutero  no  vacila  en  trazar  distinciones  entre  los  libros  del Nuevo  Testamento.  Deja  también  claramente  establecido que  su   preferencia  es  de  carácter  personal.  Al  final  de  su Introducción  a  Santiago,  Lutero  escribe:  «por  lo  tanto  no puedo ponerlo entre los  libros principales, aunque no por eso impediré  que  alguien  lo  haga  y  lo  ponga  donde  mejor  le parezca y estime, pues en él hay mucho  de bueno». 

Para  Lutero.  Todos  los  libros  del  Nuevo  Testamento  son santos:  pero  dentro  del  Nuevo  Testamento  demarca  una especie de Lugar  Santísimo, de libros donde se puede hallar a Cristo sobre todas las cosas. 

Esta  es,  pues,  la  historia  de  cómo  nuestro  Nuevo Testamento llegó a ser lo que es. Y aunque para Lutero y otros muchos eruditos hay  entre ellos libros más amados y preciosos que otros, durante los últimos mil seiscientos años no se le ha sustraído o agregado ningún otro  libro. 

Anuncio publicitario

Un comentario sobre “Desarrollo del Nuevo Testamento II

  1. ES UN GRAN ESTUDIO DEL NUEVO TESTAMENTO MUY BIEN ENFOCADO Y CON ANÁLISIS Y REFLEXIONES MUY IMPORTANTES, ME HE TOMADO UN TIEMPO PARA LEER Y REGISTRAR LOS ACONTECIMIENTOS MAS IMPORTANTES. DE ESTA LECTURA HE PODIDO CAPTAR LO MAS IMPORTANTES, ´´LOS 4 EVANGELIOS, LAS CARTAS DE LOS APÓSTOLES PABLO,PEDRO,JUAN,JUDAS,SANTIAGO, Y HECHO DE LOS APÓSTOLES.INDEPENDIENTE DE ELLO HAY TRES ASPECTOS DE LA OBRA DE JESUS, I.QUITAR TODO PODER AL SATANÁS,2.LIBERAR AL MUNDO DEL CAUTIVERIO DE LA MUERTE EN MANOS DE SATANÁS.Y 3 RECUPERAR Y LLEVAR EL PARAÍSO AL CIELO.,

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.