Hechos nos dice cuál fue el mensaje de la iglesia primitiva. Aquí tenernos un resumen de los discursos de Pedro (Hch_2:14-36, Hch_3:12-26, Hch_4:8-12, Hch_4:24-30); de Esteban (Hch_7:2-53), y de Pablo (Hch_13:16-41, Hch_14:15-17, Hch_17:22-30. Aunque no se trata de reproducciones taquigráficas, no hay razón para dudar que nos dan la sustancia de los sermones a los primeros cristianos. Por ellos nos enteramos de la esencia del mensaje cristiano:
I. Ha amanecido una nueva era, mediante la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
II. La vida entera de Jesús, pero particularmente su muerte y resurrección, son el cumplimiento de la profecía.
III. Cristo regresará para juzgar a vivos y muertos.
IV. Por tanto, hay que arrepentirse y recibir el perdón y el don del Espíritu Santo.
V. Quien no se arrepiente, cosechará las consecuencias de su rechazo.
En estos discursos hay algo de suma importancia para nosotros. Los primeros predicadores nunca dejaban de mencionar la Resurrección. Alguien lo dijo: la Resurrección «fue la estrella en el firmamento del cristianismo primitivo». Y sorprendentemente, en dichos sermones no se establece relación alguna entre la muerte de Jesús y el perdón de los pecados A la iglesia primitiva le embargaba totalmente la fe proveniente de la Resurrección y de la experiencia en el Espíritu. W O. Davies lo explica diciendo que todavía no adquiría plena conciencia de la cruz, o sea, la «crucialidad» (lo decisivo) de la cruz, como la llamó P. T. Forsyth. La interpretación de la cruz llegaría a la Iglesia a través de la mente y corazón portentosos de Pablo.
En el Nuevo Testamento hay un libro -ni evangelio ni carta- que es también Uno de los libros más desconcertantes. Lo conocernos como Apocalipsis, o Revelación. Aunque nos resulta tan extraño, y en el Nuevo Testamento es único en su género, sin embargo, era un tipo de libro muy común en la época en que se escribieron los libros del Nuevo Testamento.
Los judíos dividían el tiempo en dos edades: la edad presente tan mala que no puede ser reformada, y que está destinada a la destrucción; en contraste, estaba la edad venidera, la edad dorada -según se creía- cuando todo será como Dios quiso que fuera; cuando los buenos entrarán en su gozo, y los malos serán destruidos. Pero surge la pregunta: ¿Cómo habría una edad de transformarse en la otra? ¿Cómo se transformaría el mal de esta edad en la gloria de la edad por venir? En los días del Nuevo Testamento los judíos estaban ya convencidos de que el cambio jamás se realizaría por medios humanos ni a través de un proceso de reformación. Sólo podrá efectuarse con la total destrucción de esta edad y el nacimiento de la nueva que sería la Era de Dios. ¿Cómo, entonces, tendría lugar el cambio? Pues el cambio tendría lugar en el Día de] Señor, cuando el mundo actual y todo cuanto hay en él se desintegraría y sería destruido, y habría un juicio final, y cuando del caos surgiría un nuevo mundo, que vendrá a ser el mundo de Dios, creado de nuevo para el pueblo de Dios.
Esto dio lugar a toda una serie de libros, cada uno bajo el título de Apocalipsis. Esta palabra significa quitar el velo, revelar. Su propósito era describir los eventos terribles de los últimos días y el terror del juicio, así como la edad de oro que estaba por llegar. Naturalmente que estos libros eran inteligibles sólo para los iniciados que conocían la «clave», ya que describían cosas nunca antes vistas ni oídas y ni siquiera imaginadas. Muchos de estos libros han sobrevivido porque mientras más oscura era la historia de los judíos, y más dura su suerte, y más opresiva su esclavitud y subyugación, con mayor ardor soñaban en la llegada del día en que Dios invadiría la historia, y se efectuaría el dramático cambio y se iniciaría la nueva era.
La mayoría de estos «apocalipsis» son libros judíos, pero el nuestro es un espécimen de literatura apocalíptica cristiana, razón por la cual nos resulta el libro más difícil de entender del Nuevo Testamento. Recordemos, sin embargo, que con sernos tan extraño, éste era un género literario bastante común en tiempos neotestarnentarios.
En su formato actual, pues, el Nuevo Testamento se compone de los cuatro evangelios, Hechos, cartas de Pablo, Santiago, Pedro, Juan, Judas y otros, y el Apocalipsis. La mayoría de los expertos concuerdan que se necesitaron unos setenta años para que fuera escrito. Posiblemente el primer libro que se escribió haya sido la carta a los Gálatas, hacia elaño 49, y posiblemente la segunda carta de Pedro haya sido la última, alrededor del año 120. Ya vimos que, después de escrito, el Nuevo Testamento no asumió su forma actual hasta el año 367.
Ahora observaremos algunos hitos prominentes en el camino hacia la integración del Nuevo Testamento. Los grandes pasos hacia la definición del contenido del Nuevo Testamento se dieron como consecuencia de los errores que algunos herejes trataron de introducir en la Iglesia.
El primero de estos fue Marción, opulento armador de Sinope, en el Mar Negro, quien se avecindó en Roma por el año 140. Marción era gnóstico, término que deriva de una palabra griega que significa «conocimiento». Los gnósticos eran de los más peligrosos herejes que confrontó la Iglesia. Se proponían explicar la existencia del bien y el mal. Su tesis básica era que desde los tiempos más remotos habían existido dos elementos: la materia y el espíritu; la materia y Dios. Los gnósticos creían que la materia no había sido creada, sino que era una sustancia original que siempre había existido y quehabía servido de base para la formación del mundo. Esta materia era esencialmente mala, y el espíritu era esencialmente bueno.
Esto significaba que, desde el principio, el mundo había sido hecho de un material defectuoso. Lo cual explicaba la angustia, el pecado, el sufrimiento y el dolor. El material del mundo era malo. Esto significaba que el Dios verdadero, que es espíritu y todo bueno, no podía haber tocado para nada la materia y, por tanto, no era responsable de la creación. Según los gnósticos, lo que sucedió es que Dios fue colocando una serie de emanaciones, o eones, cada una de ellas más y más distante de Días. A medida que se alejaban, cada emanación iba quedando más ignorante de Dios, y al final de la escala había una emanación, no sólo ignorante, sino opuesta
totalmente a Dios. Precisa mente esta emanación remota, ignorante de Dios y hostil había creado al mundo. De aquí la creencia gnóstica de que todas las cosas creadas, incluyendo el cuerpo, eran esencialmente malas. Toda materia era mala y sólo el espíritu era bueno.
Pero los gnósticos fueron todavía más allá. Sostenían que el creador, la emanación remota, ignorante y hostil era el Dios del Antiguo Testamento, y que el Dios verdadero, el Dios del espíritu, es el Dios del Nuevo Testamento. La consecuencia lógica fue que los gnósticos rechazaron completa y totalmente al Antiguo Testamento, por ser el libro del Dios remoto, ignorante y hostil.
Esto implicaba además expurgar el Nuevo Testamento de todas sus referencias al Antiguo Testamento Así que de todos los libros cristianos, Marción conservó sólo una versión censurada de Lucas. Pero como, al mismo tiempo, para Marción San Pablo era un héroe, conservó las cartas paulinas como sus libros más sagrados, Marción había malinterpretado el ataque de Pablo a la Ley, como un ataque contra el Antiguo Testamento. Así como el Antiguo Testamento constaba de la Ley, los Profetas y los Escritos, el libro «cristiano» de Marción consistía del libro (expurgado) de Lucas y de los escritos del apóstol Pablo. La Iglesia se vio en la necesidad de presentar una respuesta.
El ataque marcionita colocó a la Iglesia ante dos obligaciones. Primera, definir su actitud ante el Antiguo Testamento (el cual Marción descartaba en su totalidad) y, segunda, definir cuáles eran los libros del Nuevo Testamento.
La Iglesia no sólo no rechazó, sino que confirmó, su fe en el Antiguo Testamento. También existen indicios de que se dio a la tarea de definir el canon del Nuevo Testamento.
Hay una lista de libros del Nuevo Testamento formulada alrededor del año 170, conocida como el Canon Muratoriano por su descubridor El principio se encuentra ligeramente mutilado, pero es fácil de ver cuál era su contenido: los cuatro evangelios (Mateo, Marcos. Lucas y Juan): Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo en el orden peculiar de: Corintios, Efesios, Filipenses, Colosenses, Gálatas, Tesalonicenses y Romanos a los cuales añade las epístolas pastorales a Timoteo, a Tito y la carta a Filemón. Incluye también la carta de Judas y la primera y segunda cartas de Juan y el Apocalipsis. Cuenta además con la sabiduría de Salomón y, no sin vacilación, con un segundo Apocalipsis, el de Pedro. Una de las sorpresas es que omite la Primera Carta de Pedro. Los demás libros omitidos: Santiago, Segunda de Pedro, Tercera de -Juan y Hebreos, que fueron también los que más demoraron en tomar su lugar en el canon del Nuevo Testamento de manera firme e incuestionada. Lo cual nos permite apreciar que, a finales del siglo II, el Nuevo Testamento estaba ya en camino de adoptar su forma definitiva.
Dejaremos de momento la historia de la forma que finalmente tomó el Nuevo Testamento, para referirnos a otra pregunta: ¿cómo terminó el proceso de redacción del Nuevo Testamento? ¿Por qué y cuándo llegó la iglesia cristiana a la conclusión de que no se escribieran más libros para el Nuevo Testamento? O, más precisamente, ¿cuándo y por qué decidió la Iglesia que la lista de libros sagrados estaba ya completa y que más no debían agregarse?
Esto también sucedió por influencia de un hereje. A fines del siglo II apareció en escena un hombre llamado Montano,
convencido de que los principios originales de la Iglesia habían descendido de nivel. Recorrió que Jesús había anunciado que el Espíritu vendría a renovar en verdad y poder a la Iglesia. El cuarto evangelio establecía que Jesús había dicho: «Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiara a toda la verdad tomará de lo mío, y os lo hará saber» (Jua_16:12-14). Jesús había prometido que vendría el Espíritu Santo, el Paracleto, el cual desarrollaría y
completaría su mensaje, por así decirlo. El caso es que Montano apareció declarando que él era el Paracleto prometido. y que se proponía dar a los hombres la nueva revelación prometida por Jesús.
Lo cual ciertamente fue un problema para la Iglesia que lo resolvió dictaminando que la revelación de Dios ya había sido dada y completada, y que la revelación en su sentido más amplio había terminado. Declaró la Iglesia que ya habían sido escritos todos los libros sagrados que habían de escribirse, y que las Sagradas Escrituras se encontraban completas Como dijera Tertuliano, no sin amargura, quien posteriormente se convirtió al montanismo, que el Espíritu Santo había sido arrinconado dentro de un libro. De todos modos, se declaró clausurado el canon del Nuevo Testamento. La Iglesia opinó que sería cuento de nunca acabar si en cada oportunidad alguien iba a presentarse trayendo una nueva revelación. Debería establecerse una fecha para la revelación total, que
juzgaría a todas las demás revelaciones. Se decidió, pues, que había llegado el tiempo de no escribir ya más revelaciones.
Esto no significaba que ya no se creyera en el poder revelador del Espíritu Santo. La diferencia estaba en que, durante los primeros tiempos, el Espíritu Santo había capacitado a los hombres para que escribieran los libros sagrados de la religión cristiana; y, en los últimos días, el Espíritu Santo los había capacitado para entender, interpretar y aplicar lo que había sido escrito.
¿Qué requisitos terna que llenar un libro para ingresar a la lista suprema de libros sagrados de la Iglesia? El dilema era si un libro era apostólico o no (escrito por un apóstol o alguien del grupo). Por lo que tocaba a los evangelios, Mateo y Juan fueron escritos por apóstoles; Marcos y Lucas llenaron los requisitos, pues se consideraba que Marcos era discípulo e intérprete de Pedro, mientras que Lucas era considerado como el que había puesto por escrito el evangelio predicado por Pablo. Por la misma razón terminó por adjudicarse a Pablo la carta a los Hebreos. Era bien sabido que Pablo no había sido precisamente su autor. Como Orígenes lo expresó en frase memorable: «Quien escribió la carta a los Hebreos, sólo Dios lo sabe». Pablo destacó por sus cartas. La carta a los Hebreos era tan valiosa que la Iglesia tenía que conservarla como uno de sus libros sagrados. Así que para darle el rango requerido se añadió a las cartas de Pablo.
Existía una buena razón para hacer de la autoridad apostólica la pauta de aceptación de cualquier libro como sagrado y normativo para la Iglesia. El cristianismo es una religión histórica, pues toma su origen y poder de una persona histórica, Jesús de Nazaret. Así que, todo lo que se necesitaba era establecer una cadena ininterrumpida deevidencias que condujera hasta él. El mundo estaba lleno de historias de dioses que morían y resucitaban. La única manera de garantizar que el evangelio no era un relato de tantos, era relacionarlo con un testigo presencial capaz de decir: «Sé que esto es verdad porque lo vi con mis propios ojos».
La insistencia en la autoridad apostólica tuvo una consecuencia interesante. En términos generales, parece extraño que la Iglesia haya conservado cuatro diferentes evangelios, pues esto puede dar lugar a situaciones incómodas. Por ejemplo, el cuarto evangelio consigna el incidente de la limpieza del Templo al principo del ministerio de Jesús, mientras que los otros tres lo tienen al final. El hecho de que haya cuatro evangelios con frecuencia genera problemas de armonización. Alrededor del año 180, alguien llamado Taciano rozo un experimento para armonizar los evangelios en el Diatessaron, que literalmente significa «A través de los cuatro». Se las arregló para incluir casi todo usando tijeras y pegamento. Un fragmento del Diatessaron dice así:
Era el día de la preparación; y amanecía para el día de reposo (Luc_23:54), Y al llegar la noche en la preparación, o sea el día anterior al día de reposo (Mat_27:57; Mar_15:42) llegó un hombre que era miembro del concilio (Mat_27:57; Luc_23:50), y era de Arimatea una ciudad de Judea, cuyo nombre era José (Mat_27:57; Luc_23:50), bueno y justo, que era discípulo de Jesús, sólo
que secretamente por temor a los judíos (Mat_27:57; Luc_23:50; Jua_19:38). Y esperaba el reino de Dios (Luc_23:51). Este hombre no había consentido al propósito de ellos (Luc_23:51).
Cierto, el Diatessaron de Taciano no fue redactado muy artísticamente, pero era de esperarse que los cuatro evangelios quedaran entrelazados en una sola narración. Lo cual fue impedido por la aplastante importancia del testimonio apostólico. Los evangelios fueron escritos por apóstoles u hombres apostólicos y, por lo tanto, era de mayor importancia conservarlos tal como estaban que tratar de armonizarlos. Tanto que Ireneo llegó a escribir sobre la existencia de cuatro evangelios: «Tal como el mundo en que vivimos tiene cuatro esquinas y hay cuatro vientos universales, y como la Iglesia está desparramada por toda la tierra, y como el ev angelio es pilar y base de la Iglesia y el aliento de vida, era de esperar que tuviera cuatro pilares que respiren inmortalidad por cada lado y reaviven la vida de los hombres. Es pues evidente que el Verbo, arquitecto de todas las cosas, quien está entronizado sobre los querubines y mantiene juntas todas las cosas, habiendo sido manifestado a los hombres, nos dio el evangelio en forma cuádruple, pero manteniéndolo unido por un Espíritu». Así fue corno al final se sostuvo que era tan natural que hubiera cuatro evangelios como hay cuatro puntos cardinales.
Fue así como los evangelios y las cartas asumieron su lugar como libros de la Iglesia; y lo confirmaron cuando empezaron a leerse en el culto público de la Iglesia. Con el correr del tiempo, quedaron establecidos definitivamente al formar parte de cada cultode adoración.
Completaremos nuestro relato agregando otra observación. Hubo un período en que la posición de algunos libros no era muy segura. Dos grandes eruditos de la iglesia primitiva emprendieron investigaciones sobre el contenido de las Escrituras cristianas.
El primero de ellos fue Orígenes quien vivió del año 182 a 1251. En su tiempo ya ocupaban lugar indiscutible los cuatro evangelios, las cartas de Pablo, incluyendo Hebreos, Primera de Pedro y de Juan así como el Apocalipsis. Orígenes llegó a suponer que Pedro había dejado otra carta, pero lo dijo como algo de naturaleza dudosa. Conocía la Segunda y Tercera cartas de Juan pero, según Orígenes, no todos las consideraban genuinas. Y jamás menciona a Santiago ni a Judas.
El segundo erudito fue Eusebio de Cesárea, el gran historiador eclesiástico que vivió del 270 al 330. Eusebio agrupó en tres clases los libros de la Iglesia: los aceptados universalmente, los que estaban en disputa y los espurios.
Universalmente aceptados eran los cuatro evangelios y los Hechos, las cartas de Pablo, incluyendo Hebreos, 1ª de Juan y 1ª de Pedro. El Apocalipsis estaba entre los aceptados y los disputados. Los libros en disputa eran Santiago, Judas, 2ª de Pedro, y 2ª Y 3ª de Juan. Agregaba que 2ª de Pedro carecía deaceptación general, pero como a tantos había sido de provecho, posiblemente fuera Escritura Sagrada. Agregó que para muchos la carta de Santiago era espuria, y que son pocos los escritores primitivos que la mencionan. La lista de Eusebio era prácticamente idéntica a la de Orígenes.
Llegarnos a la última etapa cuando encontrarnos, por primera vez, los libros del Nuevo Testamento enlistados como los conocernos hoy. Se trata de la carta de Atanasio, ya mencionada, emitida el Domingo de Resurrección de 367. Corno marca toda una época, vamos a citar el pasaje clave de esa carta:
«No debe haber vacilación alguna en volver a citar los libros del Nuevo Testamento pues ellos son: cuatro evangelios, según Mateo, según Marcos, según Lucas y según Juan. Están, además, los Hechos de los Apóstoles y las llamadas siete epístolas universales de los apóstoles, como sigue: una de Santiago y dos de Pedro, luego tres de Juan seguidas por una de Judas. Además de loanterior, hay catorce epístolas del Apóstol Pablo, puestas en el siguiente orden: la primera es a los Romanos, luego dos a los Corintios y después de éstas las epístolas a los Gálatas y luego a los Efesios. Además las epístolas a los Filipenses y a los Colosenses, y dos a los Tesalonicenses y la epístola a los Hebreos. Y en seguida dos cartas a Timoteo y una a Tito, y la última a Filemón. Además, también el Apocalipsis de Juan».
Aquí tenernos por primera vez el Nuevo Testamento tal y como ahora lo conocernos.
Así que para el año de 367 ya se había completado el Nuevo Testamento y el canon quedaba cerrado. Nunca más habría de cambiárselo. Sin embargo, vale la pena ver lo que Lutero tiene que decir sobre este tema. Actualmente las actitudes de los reformadores nos parecen increíblemente libres y radicales. Asumían libertad absoluta respecto al lugar que otorgaban a ciertos libros. Lutero tenía solo una piedra de toque, que expresó con su acostumbrada y vívida violencia: «Aquello que no enseña a Cristo, no es apostólico», aunque Pedro o Pablo lo hayan dicho. Y, al contrario, aquello que predica a Cristo es apostólico aunque nos venga de Judas, Anás, Herodes o Pilato.
Lutero colocaba en lugar supremo a ciertos libros y a otros en lugar secundario. El Nuevo Testamento cuenta con veintisiete libros. En la página titular de su propia traducción del Nuevo Testamento, Lutero imprimió y numeró 23 de ellos; luego, al final y en un pequeño grupo aparte, sangrados pero sin numeración alguna colocó a Santiago, Hebreos, Judas y Apocalipsis. Según él, Santiago era «una epístola de paja porque nada se encuentra allí de la naturaleza del evangelio».
Enseña la justificación por las obras, en contraposición a Pablo, y nada tiene que decir sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús, ni sobre el Espíritu Santo. En tres porciones de Hebreos, en los capítulos 6,10,12 se dice que no puede haber arrepentimiento después del bautismo lo cual, para Lutero, está en flagrante contradicción con las enseñanzas de los evangelios y de Pablo. Judas no le parece más que un extracto de 2ª de Pedro; de hecho está incluida mayormente en 1ra. de Pedro. En cuanto a Apocalipsis, Lutero opina: «Considero que no es ni apostólico ni profético… mi espíritu no puede aceptarlo». Y agrega: «Va me guió por los libros que presentan a Cristo puro y claro… Después de todo, en él, Cristo no es ni enseñado ni reconocido”
Los principios de Lutero estaban completamente claros. En su Prefacio al Nuevo Testamento, escribe algo que tenernos que copiar íntegramente: «El Evangelio de Juan y las epístolas de Pablo, especialmente la de Romanos, y la primera epístola de Pedro son verdaderamente el meollo y la médula de todos los libros… En ellos no encuentras la descripción de muchos milagros de Cristo pero sí, descrito magistralmente, hallas cómo la fe en Cristo vence al pecado, a la muerte y al infierno, y nos imparte vida, justicia y salvación. Esta es la verdadera naturaleza del Evangelio… Si tuviera que prescindir de las obras de Cristo, o de su predicación, prescindiría de sus obras antes que de sus enseñanzas, pues las obras no me ayudan pero sus palabras dan vida, como él mismo lo dice… Ahora bien. Juan tiene poco que decir sobre las obras de Cristo, pero mucho sobre su predicación. Por lo tanto, el Evangelio de Juan es el evangelio único, tierno, genuino y principal, muy por encima y a gran distancia de los otros tres en cuanto a preferencia se refiere. De la misma manera, las epístolas de Pablo y Pedro sobrepasan con mucho a los otros tres evangelios: Mateo, Marcos y Lucas.
En una palabra, el evangelio de Juan y su primera epístola, las epístolas de San Pablo, especialmente Romanos, Gálatas y Efesios, y la primera epístola de Pedro son los libros que te muestran a Cristo y te enseñan todo lo que es necesario y bueno creer, aunque jamás vieras ni oyeras ningún otro libro o doctrina».
Lutero no vacila en trazar distinciones entre los libros del Nuevo Testamento. Deja también claramente establecido que su preferencia es de carácter personal. Al final de su Introducción a Santiago, Lutero escribe: «por lo tanto no puedo ponerlo entre los libros principales, aunque no por eso impediré que alguien lo haga y lo ponga donde mejor le parezca y estime, pues en él hay mucho de bueno».
Para Lutero. Todos los libros del Nuevo Testamento son santos: pero dentro del Nuevo Testamento demarca una especie de Lugar Santísimo, de libros donde se puede hallar a Cristo sobre todas las cosas.
Esta es, pues, la historia de cómo nuestro Nuevo Testamento llegó a ser lo que es. Y aunque para Lutero y otros muchos eruditos hay entre ellos libros más amados y preciosos que otros, durante los últimos mil seiscientos años no se le ha sustraído o agregado ningún otro libro.
ES UN GRAN ESTUDIO DEL NUEVO TESTAMENTO MUY BIEN ENFOCADO Y CON ANÁLISIS Y REFLEXIONES MUY IMPORTANTES, ME HE TOMADO UN TIEMPO PARA LEER Y REGISTRAR LOS ACONTECIMIENTOS MAS IMPORTANTES. DE ESTA LECTURA HE PODIDO CAPTAR LO MAS IMPORTANTES, ´´LOS 4 EVANGELIOS, LAS CARTAS DE LOS APÓSTOLES PABLO,PEDRO,JUAN,JUDAS,SANTIAGO, Y HECHO DE LOS APÓSTOLES.INDEPENDIENTE DE ELLO HAY TRES ASPECTOS DE LA OBRA DE JESUS, I.QUITAR TODO PODER AL SATANÁS,2.LIBERAR AL MUNDO DEL CAUTIVERIO DE LA MUERTE EN MANOS DE SATANÁS.Y 3 RECUPERAR Y LLEVAR EL PARAÍSO AL CIELO.,
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