Diego Maradona…el culto a un hombre

Enrique Oriolo. Publicación original de Soldados de Jesucristo

Diego Armando Maradona | DEPORTES Wiki | Fandom

“Cuantas victorias en este deporte se proyectan como victorias personales. En el relato social, Maradona también encarnó al rebelde que desafió a los poderosos y defendió a los humildes. Que con un talento extraordinario nos devolvió un lugar de dignidad. Como en el 86, después de cuatro años de haber perdido Malvinas, nos da la revancha de ganarles y humillar a los ingleses. Nos reivindica. Ese triunfo funcionó como una celebración sustitutiva”, Pedro Horvat para el diario La Nación.

¿Cuándo el fanatismo por alguien es demasiado? ¿Dónde encontramos el límite que nos permite distinguir entre una simpatía sana y algo más profundo? Probablemente sea cuando le damos a ese algo o a ese alguien el lugar más importante, el que debe ocupar Dios en nuestras vidas. Lo convertimos en un ídolo, un falso dios.

Pero Maradona siempre fue un hombre. Y nada más que eso.

Los excesos y escándalos que marcaron su vida son conocidos mundialmente. No era un ejemplo en nada salvo en cómo jugaba con la pelota. El dinero que consiguió, y la “gloria” que alcanzó como jugador quizás fueron también su ruina. Su logro fue su trampa…

¿Por qué existe esa necesidad en el corazón humano? ¿Por qué busca el hombre algo que pueda adorar? Ya sea un algo o un alguien, como en este caso, el hombre está en una incansable búsqueda de satisfacción, de plenitud.

Los ídolos son alucinaciones en este mundo, no son realidad. Creemos que nos sacian, creemos que son lo que necesitábamos, pero para nuestra perdición, ellos no son el Dios verdadero.

La buena notica es que aquello que no está en el mundo vino al mundo. Dios se hizo hombre, llegó en la persona de Su Hijo, vivió una vida perfecta, murió en la cruz para hacer posible, que el pecado que separaba a los hombres del Dios que todo lo satisface y que todo lo llena, pueda ser removido. Y sin el obstáculo del pecado, por medio de Jesucristo, el hombre del desierto encuentra la Roca Divina (1 Cor 10:4), de donde brota el río de agua de vida. De la cual, como dijo Jesús, el que beba, no volverá a tener sed.

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