La Fuente de Bronce El Tabernáculo

  Como cristianos, a menudo nos manchamos al atravesar el desierto de este mundo. Por eso Dios nos ha dado un recurso purificador y santificador: su Palabra. Ella está prefigurada por el agua de la fuente de bronce en la cual los sacerdotes debían lavarse las manos y los pies a fin de estar limpios para servir en el santuario. La Palabra está a nuestra disposición para juzgar todo lo que es incompatible con la santidad divina.
La fuente de bronce había sido confeccionada con los espejos de metal de las mujeres de Israel, las que así expresaban su renuncia a sí mismas y su consagración. De tal manera manifestaban con evidencia que el servicio para Dios prevalecía sobre los cuidados de la vanidad (Éxo_33:5; Éxo_38:8).
Pero seguimos avanzando —pues Dios desea conducirnos cada vez más cerca de Él— y nos encontramos ante el tabernáculo propiamente dicho.

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