«La Septuaginta», la primera traducción completa de la Biblia, no solo revolucionó el acceso a las Escrituras, sino que estableció un vínculo profundo entre la tradición hebrea y el cristianismo naciente. Explora su significado teológico y su impacto en la historia de la revelación.

La historia de la traducción de las Escrituras no solo refleja el deseo de preservar y difundir el mensaje divino, sino también el profundo cambio cultural y religioso que se vivió entre los siglos IV a. C. y I d. C.
Durante este tiempo, conocido como los 400 años de silencio, no se produjeron nuevas revelaciones canónicas, pero sí se gestaron importantes desarrollos que influirían en la comprensión del Antiguo y del Nuevo Testamento.
En este contexto histórico y lingüístico surge la Septuaginta (LXX), una de las traducciones más significativas de la Biblia, que no solo fue un proyecto lingüístico, sino también una obra con implicaciones profundas tanto para la teología judía como para el cristianismo primitivo.
El Contexto Histórico y Cultural de la Septuaginta
El período comprendido entre el cierre del Antiguo Testamento con el libro de Malaquías y la aparición de los primeros textos del Nuevo Testamento es fundamental para entender el surgimiento de la Septuaginta. Con la conquista de Alejandro Magno en el siglo IV a. C., el griego koiné se estableció como la lengua franca del mundo mediterráneo. Esto tuvo implicaciones significativas para las comunidades judías dispersas en la diáspora helenística, especialmente en Alejandría, donde el judaísmo estaba floreciendo en un ambiente culturalmente helénico.
La necesidad de traducir las Escrituras hebreas al griego nació de la creciente dificultad de muchos judíos para entender el hebreo, idioma litúrgico y religioso, mientras que el griego se había convertido en la lengua de la vida cotidiana. La traducción del Pentateuco, que comenzó bajo el reinado de Ptolomeo II Filadelfo, se extendió por varios siglos hasta convertirse en una versión completa de todos los libros del Antiguo Testamento, con la adición de los llamados libros deuterocanónicos o apócrifos. Esta traducción, conocida como la Septuaginta, se completó aproximadamente en el siglo I d. C., siendo una obra monumental que no solo satisfizo una necesidad lingüística, sino que también respondió a un vacío teológico y cultural de su tiempo.
La Septuaginta y su Impacto en la Historia de la Revelación
La Septuaginta representa un punto de inflexión crucial en la historia de la revelación divina. Por un lado, fue la primera vez que las Escrituras hebreas se vertieron en una lengua indoeuropea, permitiendo que los mensajes revelados en el Antiguo Testamento fueran comprendidos por una audiencia más amplia, no solo judía sino también griega, en una época marcada por el sincretismo cultural y religioso. De hecho, el nombre «Septuaginta» proviene de la tradición que atribuye la traducción al trabajo de setenta (o setenta y dos) eruditos, quienes, según la Carta de Aristeas, realizaron este monumental trabajo de traducción durante el siglo III a. C.
Sin embargo, la LXX no es simplemente una traducción; es una reconfiguración de la antigua revelación adaptada a un nuevo contexto cultural y lingüístico. Al traducir las Escrituras, los traductores se enfrentaron a la tarea de interpretar y transmitir no solo el sentido literal, sino también el mensaje profundo y simbólico de los textos originales. Esto, a su vez, permitió que los escritores del Nuevo Testamento, muchos de los cuales hablaban y escribían en griego, pudieran hacer referencias y citas del Antiguo Testamento utilizando la Septuaginta como su fuente principal. De hecho, varios pasajes del Nuevo Testamento, especialmente los evangelios y las epístolas de San Pablo, contienen citas directas o paráfrasis de la Septuaginta, lo que revela la conexión entre ambas secciones de la Biblia.
La Septuaginta y su Relación con el Nuevo Testamento
El impacto de la Septuaginta en el cristianismo primitivo no puede ser subestimado. El Nuevo Testamento fue escrito en un contexto en el que el griego koiné dominaba como lengua común, y muchos de sus autores ya eran familiarizados con la LXX. Los primeros cristianos, especialmente aquellos de origen helénico, no solo compartían una fe común basada en los escritos de los apóstoles y los discípulos de Jesús, sino que también estaban inmersos en el mundo intelectual de la cultura griega. Por lo tanto, la Septuaginta se convirtió en un puente teológico y lingüístico entre las Escrituras hebreas y el cristianismo naciente, proporcionando un marco de referencia común para las primeras comunidades cristianas.
Además, la LXX desempeñó un papel clave en el desarrollo de la cristología. Los primeros cristianos encontraron en la Septuaginta las bases para interpretar las profecías del Antiguo Testamento en clave mesiánica, identificando a Jesús como el cumplimiento de las promesas de Dios. Las citas del Antiguo Testamento en la LXX, que hablaban de un Mesías sufriente, una figura divina y redentora, fueron aplicadas directamente a Jesús en los textos evangélicos. Esto subraya cómo la Septuaginta no solo preservó la integridad de las Escrituras hebreas, sino que también ofreció un vehículo interpretativo para entender la revelación cristiana.
La Importancia Teológica y Filológica de la Septuaginta
Desde un punto de vista teológico, la Septuaginta desempeña un papel crucial al mostrar que la revelación de Dios no se limita a un solo idioma ni a un solo contexto cultural. Al ser traducida a griego, la Palabra de Dios se hizo accesible a un mundo que aún no había experimentado la plena revelación en Cristo. La traducción de las Escrituras en un idioma común permitió que el mensaje divino llegara a un público más amplio, creando una base para la expansión del cristianismo en el mundo mediterráneo.
Desde una perspectiva filológica, la Septuaginta también es invaluable. Su conservación nos permite realizar comparaciones entre los textos hebreos y griegos, lo que ha sido fundamental para el estudio de la crítica textual. Los descubrimientos de los Manuscritos del Mar Muerto y el Textus Receptus han demostrado que la Septuaginta preserva ciertos detalles y lecturas del Antiguo Testamento que no siempre se encuentran en los manuscritos hebreos posteriores, lo que la convierte en una fuente primaria indispensable para el estudio de las Escrituras.
Conclusión: La Septuaginta como un Pilar de la Revelación
La Septuaginta no es simplemente una traducción antigua; es un testimonio vivo del esfuerzo humano por transmitir la revelación divina en un idioma y contexto cultural distinto, asegurando su preservación y expansión a lo largo de los siglos.
Al conectar el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento y proporcionar una base para la cristología primitiva, la Septuaginta se erige como un pilar fundamental en la historia de la teología cristiana. Es un recordatorio de cómo Dios, en su infinita sabiduría, ha utilizado diversos medios a lo largo de la historia para mantener viva su palabra y hacerla accesible a todas las naciones, como lo había prometido en las Escrituras.
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