La revisión Reina – Valera

¿Porque se realizó la revisión de la biblia de Casiodoro de Reina?

Algo de historia
Hace ya cuatro centurias, vio la luz, en la Europa inmediatamente posterior a la Reforma protestante del siglo 16, la primera revisión de la versión de la Biblia que 33 años antes había publicado Casiodoro de Reina. En efecto, la Biblia del cántaro, cómo llegó a ser conocida, fue publicada en 1602. Su autor: Cipriano de Valera.Fue, esa Biblia, revisión de la Biblia del oso. Con este nombre suele identificarse la excelente traducción que salió, en septiembre de 1569, de los talleres de la imprenta de Apiarius (Biener) en Basilea. Esta traducción de las Sagradas Escrituras ha sido muy elogiada por eruditos tanto protestantes como antiprotestantes.

Por la importancia que adquirió desde su aparición, y por ser, además, la primera traducción al castellano de la Biblia completa hecha a partir de los idiomas originales (hebreo, arameo y griego), Cipriano de Valera emprendió, relativamente pronto, la tarea de revisar de ese texto. Como resultado de ese trabajo, inició lo que hemos llamado en otra oportunidad «la tradición» que ha ligado los nombres de esos dos ilustres reformados españoles.

Fue por ello, entre otras razones, por lo que, además, llegó a convertirse, especialmente en el último siglo y medio, en «la» Biblia de los protestantes o evangélicos de habla castellana.

Casiodoro y Cipriano fueron compañeros de vocación cuando ambos estaban en el monasterio de los monjes Jerónimos Observantes en San Isidoro del Campo, cerca de Sevilla, en la España meridional. Ambos, también, abrazaron las ideas reformadas cuando estas fueron expuestas a la comunidad del monasterio.

El movimiento reformado en España fue brutalmente reprimido por el Santo Oficio de la Inquisición, llamado ahora «Congregación para la doctrina de la fe». De los más ilustres reformistas, unos tuvieron que huir y tomar el camino del exilio, otros fueron quemados vivos o llevados a la muerte por medios igualmente violentos, y aun otros fueron torturados hasta verse obligados a abjurar de su fe.

La Providencia quiso que Reina y Valera se contasen entre los afortunados que lograron escapar de las garras de los tribunales inquisitoriales. Huyen en diferentes circunstancias y momentos. Valera pasará la mayor parte de su vida en Inglaterra. Tanto él como Reina dedicaron buena parte de su vida a la traducción (y posterior revisión) de las Sagradas Escrituras.

Según su propio testimonio, Cipriano de Valera dedicó 20 años de su vida a la revisión de la traducción hecha por su compañero de vocación, fe y persecuciones. Testifica Valera, después de afirmar, con palabras que trasuntan dolor, que el trabajo lo ha hecho él solo, pues no contó con ayuda de nadie:

Yo siendo de 50 años comencé esta obra: y en este año de 1602. en que ha plazido à mi Dios sacarla à luz, soy de 70 años (edad es esta en que las fuerças desfallecen, la memoria se entorpece y los ojos se escurecen.) De manera que he empleado.20.años en ella [sic].

¿Por qué consideró Valera necesario revisar el texto de Reina?

De acuerdo con el pie de imprenta de ambas ediciones, entre la Biblia del oso y la Biblia del cántaro mediaron 33 años. ¿Qué pasó en ese ínterin que hizo que don Cipriano estimara necesario dar a la imprenta la primera revisión del texto de Reina? Dice él, en la «Exhortación al cristiano lector», lo siguiente en cuanto a la motivación principal que lo impulsó a realizar esta tarea:

Para que pues nuestra nación española no careciesse de un tan gran thesoro, como es la Biblia en su lengua, avemos tomado la pena de leerla y releerla una y muchas vezes, y la avemos enriquecido con nuevas notas. Y aun algunas vezes avemos alterado el texto. Lo qual avemos hecho con maduro consejo y deliberacion: y no fiandonos de nosotros mismos […] lo avemos conferido con hombres doctos y pios, y con diversas traslaciones. Quanto à lo demas, la version, conforme à mi juyzio, y al juyzio de todos los que la entienden, es excelente: y assi la avemos seguido, quanto avemos podido, palabra por palabra.

Estas palabras dan clara evidencia de los siguientes aspectos de la obra del Revisor, y nos permiten, a su vez, tanto discernir sus propias presuposiciones como traductor, como percibir la influencia de su teología en la crítica que hace del trabajo que revisa.

(1) Valera consideraba de gran valor la traducción de Reina, hasta el punto de seguirla, en lo que era posible, palabra por palabra. Esta valoración no es acrítica y se sustenta no solo en su parecer personal sino, sobre todo, en el de gente docta y piadosa.


Podríamos considerar que al sostener que ha seguido, en «quanto avemos podido» la traducción de Reina «palabra por palabra», Valera está seguramente exagerando, pues como se verá luego, son bastantes los cambios, de muy diversa naturaleza, que introdujo en su revisión. No obstante, esos cambios, unos más importantes que otros (como es lógico esperar), no modificarían substancialmente la afirmación: es altísimo el porcentaje de la Biblia del oso que permanece inalterado en la revisión de Valera.

(2) La Biblia del cántaro enriquece el aparato de notas que ya tenía la Biblia del oso. Desafortunadamente, no explica el Revisor en qué consistió ese enriquecimiento, ni ofrece ejemplo alguno.

Aunque no lo menciona en la cita que hemos hecho y comentamos, Valera explica, en otra parte, que ha eliminado de las notas toda referencia a los libros que él ha calificado de «apócrifos», porque, dice, no puede buscarse apoyo para lo que es palabra de Dios en lo que no es palabra de Dios. Este aspecto -que, de hecho, representa un empobrecimiento y no un enriquecimiento de la obra- muestra al menos un detalle de cuál era la teología de Valera con respecto a la inspiración del texto bíblico y del canon.

(3) El trabajo de revisión lo realiza Valera tomando en cuenta no solo el texto que se revisa -texto indispensable e insustituible, por la naturaleza de la tarea-, sino también otras traducciones y, por supuesto, los textos en los idiomas originales. Ello implica que no se trata de una mera revisión estilística o redaccional.

(4) En cuanto a lo que dice de que «algunas vezes avemos alterado el texto», véase lo que más adelante explicamos.

Los cambios y sus justificaciones

Preferencias piadosas
Usamos esta expresión para referirnos a ciertos cambios introducidos por Valera por considerar que determinadas palabras, en virtud de la piedad en el hablar, eran impropias para que las usaran los cristianos y, más aún, en un texto sagrado como el de la Biblia. Oigámoslo: «La palabra Por ventura, por saber à Gentilidad la avemos quitado». Como «ventura» significa «suerte», y el cristiano sabe que no está librado a esta, Valera considera que tal expresión es del todo inadecuada y debe ser desterrada de su vocabulario.

En su «Exhortación», Valera no indica ningún otro caso similar al de esta expresión.

Cambios en los usos de la lengua
Las palabras cambian de significado con el transcurso del tiempo; y, a veces, sin que se modifique esencialmente su significado, sí se modifica el uso que de ellas hace la gente. Por ejemplo, Reina había evitado el uso de la palabra «prepucio», porque resultaba malsonante. En su lugar escribió «capullo». Pero la situación cambió con el paso del tiempo y la palabra dejó de ser mal vista por las comunidades cristianas. Por eso, don Cipriano escribió: «también avemos quitado el nombre Capullo, y en su lugar puesto Prepucio; que es vocablo admitido ya mucho tiempo ha, en la Iglesia Cristiana». Sin embargo, no fue del todo coherente, pues dejó «capullo» en 6 textos.

Razones teológicas

Sujeción al texto hebreo
Explica nuestro autor: «También avemos quitado todo lo añadido de los 70 intérpretes, ò de la vulgata, que no se halla en el texto Hebreo».

Para Valera, el texto inspirado de las Escrituras hebreas es el que corresponde a los libros que él considera canónicos, o sea, los 39 que constituyen lo que hoy denominamos el «Protocanon». Y solo el texto hebreo. Los demás libros -que él calificó de «Apócrifos», apartándose así de Reina- como también las adiciones que dentro de esos libros se encuentran, tanto en la Septuaginta como en la Vulgata, son adiciones humanas, y, por ende, hay que descartarlas.

La «gran» pregunta que surge ante tal afirmación tiene que ver con el estatus de que goza una traducción, incluida la revisión que ese mismo autor está haciendo. ¿Es la traducción «palabra de Dios» o no? Y, además, ¿qué hacer cuando los mismos textos en las lenguas originales difieren entre sí, y son esos diferentes textos de igual o similar autoridad?

Referencias a los libros deuterocanónicos [apócrifos]
Puesto que, para el Revisor, estos libros que él denomina «apócrifos» no son, sensu strictu, palabra de Dios, no puede hacerse referencia a ellos para explicar, en las notas marginales, textos que sí son palabra de Dios.

De nuevo, Valera parece no percatarse de un hecho fundamental: Eso que él mismo rechaza lo hicieron los propios escritores originales del texto sagrado. En el AT se recurre, sobre todo en los libros «históricos», a otras fuentes narrativas que son extracanónicas y no han sobrevivido al paso del tiempo. Y, para complicar más el asunto, nos encontramos que en el NT hubo escritores que: (1) hacen numerosas alusiones a los libros deuterocanónicos.

El hecho de que no haya citas textuales de estos libros no implica que se descartaban, o que se rechazaba del todo sus contenidos o tradiciones o que no podía aludirse a ellos; (2) echan mano de expresiones o dichos, de escritores cristianos, que no son parte del texto canónico.

Tal es el caso de Pablo, cuando, en su discurso de despedida de los ancianos de Éfeso, cita un dicho de Jesús («más bienaventurada cosa es dar que recibir»), que no se encuentra en ninguno de los evangelios canónicos; (3) utilizan la literatura apócrifa (no nos referimos a los libros deuterocanónicos, sino a los propiamente apócrifos). Eso hace Judas en su epístola; y (4) se recurre, incluso, como refuerzo argumentativo, a palabras de escritores no cristianos (paganos, si se quiere llamarlos así).

Si el propio texto sagrado recurre a literatura ajena a él, y no solo de la misma tradición, ¿qué de malo había en mantener las citas, en las notas, de los deuterocanónicos que había incluido Reina?
Sin embargo, y a pesar de lo dicho, Valera no elimina del todo los libros deuterocanónicos. Deja exactamente los mismos libros que había incluido Reina (entre los que hay algunos, como ya se señaló, que no son deuterocanónicos); pero respecto de ellos hace dos cosas: primero, los llama «Apocryphos»; y segundo, los coloca todos juntos entre los dos Testamentos.

Los nombres propios

El nombre sacrosanto: «Iehovah»
Al igual que «el primer Traductor», Valera estima necesario mantener la grafía «Jehová» para el nombre por excelencia que el Antiguo Testamento le da a Dios, pues «es el proprio nombre de la essencia divina, y incomunicable à las criaturas». Avala las razones aducidas por Reina para justificar esa ortografía.

Los demás nombres propios
Dice el Revisor:
Los nombres propios avemos retenido como comunmente se pronuncian […]. Bien quisieramos que los nombres fueran los propios hebreos: pero no los avemos usado, porque queremos hablar de manera que doctos, y indoctos nos entiendan.

Según el Dr. Jorge A. González, (1) Reina sigue la ortografía de la Septuaginta, de la Vulgata o de las dos; y (2) Valera tiende a modificarla tomando en cuenta la ortografía de esos nombres en el texto hebreo.

¿Solo esos cambios?

En su «Exhortación», el Revisor ha indicado, de manera expresa, que los cambios que ha introducido en el texto del «primer Traductor» son los que acabamos de indicar en la sección precedente. Pero, se quedó corto. El Dr. González ha destacado las siguientes categorías de estos otros cambios: (1) adiciones al texto de Reina, para sujetarse, por regla general, a una traducción más literal del texto hebreo; (2) supresiones, motivadas por el mismo principio de traducción; (3) substituciones de palabras o frases.

En resumen, puede decirse que muchísimos de los cambios hechos por Valera se orientan a una comprensión y traducción más conforme a la letra del texto hebreo. De los análisis hechos por los especialistas se llega a una conclusión inevitable: no siempre Valera entendió mejor que Reina el significado del texto hebreo.


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