Primera Parte

Existe en la actualidad un peligro inminente que asecha al Cuerpo de Cristo. En nombre de Dios y del Evangelio, se han introducido en muchas congregaciones, una serie de doctrinas erróneas; que han causado confusión y división en el pueblo de Dios. 1 Pedro 3:15 dice:… Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.

Al abordar el tema de los “Encuentros”, queremos exponer el origen de esta práctica, como llego a nuestras iglesias y las doctrinas erróneas que se aplican o enseñan con respecto a este método.

Quienes más realizan este tipo de prácticas, son las iglesias de línea Neo-pentecostal, ecuménicas o de línea carismática. Pero muchas iglesias tradicionalistas o denominaciones muy reconocidas, las han ido aceptando conforme han pasado los años, por ello han hecho una serie de modificaciones y adaptaciones para ser aplicada en sus congregaciones.

Aun así, su origen sigue siendo el mismo y su esencia no cambia. Sobre el sistema G12 y su metodología de “Encuentros”, existe suficiente material impreso, electrónico, en audio y video. Este material que ponemos a su disposición, viene a sumarse a los ya existentes en internet. Pero nuestro fin es contribuir y dejar nuestra postura sobre este tipo de prácticas y señalar su origen, como llego a la iglesia protestante y los errores de orden bíblico que se manejan.

No centraremos nuestra atención en el sistema G12; únicamente lo aremos con el tema de los encuentros. Pero como veremos, los “encuentros” van muy ligados o más bien están de la mano con la visión de G12, D12 o como se le quiera llamar. Cualquier adaptación o cambio que se mantenga con esta misma visión, seguirá siendo en esencia; errónea y fuera del orden bíblico. El documento es extenso, pero le invitamos a que pueda leer el mismo hasta el final. Para que usted fije su postura y sepa discernir lo bueno y lo malo de este sistema de células G12 y sus prácticas.

Los ejercicios espirituales práctica común en todas las religiones

Cuando hablamos de ejercicios espirituales, nos referimos a una práctica o actividad que se realiza con el fin de meditar y reflexionar o bien consagrar la vida de una persona.

Normalmente, estos ejercicios se acompañan de lecturas de algún manual, libro o en el caso de los cristianos, la Biblia, sin descuidar la oración. El apóstol Pablo, le recomendó a Timoteo a ejercitarse en la piedad y la justicia.

La historia nos relata, que a través de los tiempos el hombre ha utilizado los ejercicios espirituales, como un medio para la consagración o santificación del cuerpo y del alma. Otro ejemplo, no precisamente bíblico, pero muy conocido, fue Buda, quien renuncio a todos sus bienes materiales y se dedicó a la búsqueda de la verdad y de la paz espiritual. Los años que siguieron tras esta decisión, se dedicó a practicar el yoga y adoptó una vida de absoluto ascetismo (perfección espiritual).

Se dice que Buda meditaba sentado bajo una higuera y pasaba por estados de conciencia cada vez más altos y profundos hasta que logro conseguir un nivel muy alto de iluminación. En cada uno de estos ejercicios que realizaba, se abstenía de todo tipo de comunicación con el mundo que le rodeaba; y sacrificaba su cuerpo con la abstinencia de alimentos. El resultado de esto fue la creación de la religión budista, siendo en la actualidad una de las más grandes en el mundo.

Cabe mencionar que esta práctica, de la cual hablaremos en este documento (los encuentros), es muy similar a los rituales que efectúan los budistas o las religiones mentalistas del Oriente.

Ahora bien, si todo esto es “tan normal”, y cada religión tiene sus maneras de acercarse a su dios o dioses. O bien tratan de consolidar su fe a través de algún tipo de ejercicio espiritual. ¿Por qué los encuentros han causado polémica? ¿Qué hay de malo, en efectuar una práctica que ayuda al cristiano en su crecimiento espiritual? ¿Por qué algunas denominaciones o congregaciones se han opuesto a este tipo de prácticas dentro de la iglesia?

Segunda parte